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Jaume y el eco campaña por Lucas Haurie

La Razón
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Si Manuel Recio, en su calidad de «consigliere», trabaja para la misma «Organización» que Laura Gómiz, en la que el compromiso con la ética no es compatible, resulta bastante cutre que haya tenido que fregar en primera persona el menaje de un piso franco para borrar sus huellas dactilares. Corren malos tiempos en «Junta Nostra» si no tienen ni para pagarle a un peón, esbirro o limpia que se dedique a estos menesteres. ¿Alguien imagina, ahora que se celebra la efeméride del estreno, al Vito Corleone encarnado por Marlon Brando blandiendo un salvaúñas a pie de fregadero? Pues así se han visto nuestros próceres autonómicos y, para más inri, sin la posibilidad siquiera de explotar la imagen como prueba de su compromiso con las políticas de igualdad. En realidad, se trataba de destruir pruebas aunque de distinta naturaleza: genéticas en el borde de la taza y penales en los expedientes trucados. «Ya puestos –debieron decirse–, lo mismo cuesta empuñar el estropajo que el Tipp-Ex y así le dejamos al compañero Pepe bien lustroso el camino hacia la reelección». Pero siempre hay un arrepentido, un «pentito», que se va de la lengua. Definitivamente, la corrupción marca esta campaña electoral. La condena a Jaume Matas habrá convencido a los últimos escépticos y alerta a los ciudadanos más avisados sobre la condición generalizada de nuestra clase política. Cada vez son más numerosos los votantes que sólo perciben penalti en el área ajena pero, aun así, conviene que Javier Arenas execre sin ambages el comportamiento de su antiguo cuate en el consejo de ministros de Aznar. Ya entonces había serias sospechas sobre su culpabilidad, sin que ello impidiera su nombramiento. No son todos iguales, por supuesto, pero está demasiado extendida la indulgencia hacia el compañero por el mero hecho de serlo. Así que el candidato popular no tiene la culpa de los desmanes del barón balear, por supuesto, pero tampoco el militante socialista viene de fábrica con la tendencia al trinque incorporada de serie. La «famiglia» Gambino, o sea, no era estrictamente observante de la legislación. Pero no por ello iban los Genovese presumiendo de impolutos por Little Italy. Apártate que me tiznas, le dijo la sartén al cazo.