Sevilla

OPINIÓN: Incienso fuera de temporada

La Razón
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Al guiri que, perdido, deambula por la calle Puente y Pellón aliviándose en la sombra de los primeros calores primaverales le cuesta distinguir si el aroma dulzón que emana de una tienda forma parte de algún rito local o es aquella marihuana de su juventud de los locos sesenta en UCLA. Al buscar en el diccionario de bolsillo la palabra «incienso», recuerda que no la escuchaba desde los tiempos en los que el abuelo Tom, un irlandés que fue el último católico de su árbol genealógico, le narró una Navidad la historia de los tres Reyes Magos. Más de medio siglo después, no entiende por qué unos europeos capaces de erigir el futurista Metropol Parasol han de ahumar las calles. Se supone que una de las conquistas de la civilización es haber terminado con la «banda olfativa» que castiga a los visitantes de las ciudades de los países en vías de desarrollo pero en Sevilla, cualquier tendero es libre de atufar a los viandantes con la fútil excusa de la devoción. El incienso extemporáneo, es decir, todo el incienso que no lleve un paso a menos de veinte metros, es una agresión a la pituitaria y un síntoma de ineducación, ya que se impone a quien tenga la desgracia de pasar por delante del cubículo del turiferario de ocasión. Le guste o no. En una ciudad que, con razón, presume de ser rica en olores (agradables), habría que cuidar estas cosas.