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TL2: Qué ajuste Qué plan

La Razón
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El plan español de ajuste que a retazos ha ido elaborando el Gobierno hasta julio de 2010 tiene su principal meta en pasar de un déficit fiscal del 11,2 por 100 del PIB en 2009, al 3 por 100 en 2013. Un recorte de 8,2 puntos de PIB (equivalente en números redondos a 90.000 millones de euros a lo largo del trienio 2010/2012), que no será fácil de alcanzar y que puede tener notables efectos contractivos en la actividad y el empleo.Inevitablemente, como las dos hojas de una tijera, la mecánica de ese ajuste –impuesto por el Ecofin, el FMI, la OCDE y Obama, tras fuertes renuencias de un Gobierno siempre a remolque de los acontecimientos–, consiste en el intento de aumentar los ingresos vía elevación de tarifas de ciertos impuestos, buscando al propio tiempo reducir el gasto público. En cuanto a la elevación tributaria, anotamos las subidas del IVA y de los gravámenes sobre el ahorro, vigentes desde el 1 de julio. A lo cual se añade la previsión de recrecer el impuesto sobre las rentas más altas; sin precisar todavía si retocando al alza las tarifas del IRPF o si recurriendo a un fantasmagórico «tributo sobre las grandes fortunas». En lo concerniente a recorte de gastos, ya se sabe: reducción de un 5 por 100 a los empleados públicos y congelación de las pensiones. A lo cual debe agregarse la disparatada contracción de las inversiones públicas en infraestructuras, que deberían haberse mantenido, o incluso recrecido, por ser la mejor política anticrisis (Sr. Blanco: ¿pero qué ha hecho Vd.?).Al lado del tijeretazo que hemos esquematizado, llegan las llamadas reformas estructurales. Empezando por la del mercado laboral, con un nuevo contrato de empleo fijo con despido de 33 días por año trabajado (frente a 45 en los hasta ahora estables), una compensación de sólo 20 días para empresas en números rojos y una más que extraña penalización del empleo temporal. A lo que se une la decisión del Congreso del 21.VII.10: la nueva LORCA, la Ley de ordenación de las cajas de ahorro, con toda una serie de ambigüedades, pero que finalmente abre la senda a su privatización. Así acotado el plan de ajuste y sus aledaños, la pregunta del millón es si todas esas medidas servirán para sacar a la economía española de su actual situación. Respecto de lo cual, cabe hacer algunas observaciones. En el caso de los impuestos, la elevación del IVA puede frenar –no demasiado, ésa es la verdad–, el repunte de un consumo de por sí muy debilitado. Y el anunciado «mayor gravamen para los que más tienen», ya está impulsando una considerable salida de capitales, según está detectando el Banco de España. Reducir los salarios en el sector público, apenas es una anécdota, pues el problema radica en la plétora de 3,2 millones de funcionarios y asimilados; con niveles de productividad en general muy bajos, y un gran efecto de obstrucción burocrática para el desarrollo económico. En lo tocante a pensiones, en vez de congelarlas, tendría que haberse planteado su reforma en profundidad, reconociendo las duras circunstancias actuales y futuras.Por último, en lo que concierne al mercado laboral, el RDL ahora en trámite de Ley, constituye un todo confuso, profuso, y difuso; con zonas muy obscuras sobre el papel de las autoridades laborales y judiciales, que ya sabemos cómo funcionan. Por lo demás, persiste el inaceptable dualismo entre quienes disfrutan de empleo estable y los temporeros.Hechas las críticas anteriores, el mayor de los problemas pesa cada vez más: el crédito no acaba de fluir normalmente, a pesar de las prometidas facilidades del ICO y demás. Con una sequía de fondos conducente al más fuerte estrés, que a la postre lleva al cierre de empresas; de las que, desde el comienzo de la crisis han desaparecido unas 250.000. A lo cual ha de agregarse la expectativa de que la prestación crediticia podría hacerse aún más difícil por las normas de Basilea-III y los ajustes en las cajas de ahorros. En resumen, después de tanto tiempo sin prestar atención suficiente a una crisis grave y de larga duración, las medidas reseñadas configuran una situación caracterizable como TL2: too little, too late; demasiado poco, demasiado tarde, con la previsión global de una larga y difícil recuperación.Terminando: la victoria en los mundiales de fútbol, los ajustes examinados, el salvamento in extremis del Gobierno en el Parlamento (CiU y PNV siempre al quite, a cambio de nuevas gabelas) y las vacaciones de verano parece como si abrieran un cierto remanso. Pero al comenzar el nuevo curso, en septiembre, volveremos a la cruda realidad; en un contexto de «Síndrome Roosevelt 1937», por aquello del presidente de EE UU promotor del New Deal, que ese año retiró los estímulos para la economía y el empleo, precipitando así una nueva fase recesiva tipo W. En Europa, EE UU y Japón (Asia oriental es otra cosa), la polémica está en marcha: las medidas para recortar el déficit público rápidamente, ¿no incidirán en una nueva recaída económica? Terciaremos en la controversia en próximo artículo.