Copa del Rey

Bucarest

Saber por María José Navarro

La Razón
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Está una recién llegada de Bucarest y ya imaginarán los pobres lectores que me sigan que no he estado en una cumbre de líderes mundiales en busca de la solución definitiva contra el codo áspero: vengo del fútbol, una es así, terrestre, pedestre, rupestre más bien. A una le ha sorprendido gratamente Bucarest por sus primorosas iglesitas ortodoxas, por sus amables ciudadanos y por su centro histórico peatonal y lleno de terrazas, bares y vida. En ese centro, vestida de futbolera, ha coincidido servidora de Vds con la afición del Athletic de Bilbao y vuelve una encantada. Todos los desplazados allí, de uno y otro equipo, íbamos con la mosca tras la oreja por si a algún premio nobel de guardia le daba por montar un escándalo con el que arruinarle el viaje al resto, pero ha sido lo contrario. Como es normal, una vuelve emocionada con su copa europea y el partidazo de su equipo, pero ya les digo que conservaré un recuerdo casi tan bonito de las horas pasadas con montones de bilbaínos prestos a recomendar vinos, proponer brindis y charlar de fútbol. Bucarest recordará el paso de la afición del Athletic como clave en su mejora a la hora de preparar los gin-tonics y yo recordaré el viaje por las risas con los seguidores y también por las lágrimas de sus jugadores, lágrimas de aficionado de verdad. Y, por supuesto, por el precioso pasillo rugbístico de los nuestros a los suyos y por la elegancia de Simeone, jugador de raza y gentleman de banquillo. Qué fácil y qué bonito es todo cuando se sabe ganar, se sabe perder y se sabe estar. A ver si tomamos nota todos.