Sevilla
Mel en Las Golondrinas
En las dos orillas del Guadalquivir, el Real Betis desprende su aroma, como los jazmines y azahares, como la dama de noche, como la cera derramada de la Semana Santa. Pepe Mel fue un buen futbolista sin llegar a estrella. Reservó su inteligencia para los banquillos. Se me antoja difícil que pueda perder tres partidos.
El Betis es «musho Beti» para dejarse comer el terreno fácilmente. No le han abierto vías de agua ni la aplicación de la Ley Concursal, ni las batallas accionariales, ni la intervención judicial, ni los rumores de ida y vuelta sobre dirigentes pasados, presentes y futuros. El Betis se ha montado en la ola y surfea cimbreando sus poderes.
Carga en las espaldas una historia centenaria y disfruta de una afición superlativa, esos vecinos que habitan al final de La Palmera. Hace mucho tiempo que me ganaron el corazón porque se agarran a su sentimiento verdiblanco como quien se cose al alma la túnica de nazareno del Cachorro o de la Esperanza de Triana.
Pepe Mel y sus muchachos van camino de la gloria de Primera como si su fútbol fuera en sí mismo un Domingo de Resurrección. Los imagino tomando manzanilla y una tapita en Las Golondrinas de Pagés del Corro, abriendo sus sonrisas y sus chistes con el eterno rival futbolístico, al que tanto necesitan para sustentar sus gracias, para responder a tantos años de títulos y éxitos en el barrio de Nervión.
En la ciudad de Sevilla, el amor se lleva en la camiseta. Esta tarde me acordé de Mel y de su trabajo silencioso y austero. Se merece todo nuestro cariño y nuestro respeto. Pepe Mel ha conseguido acercar a la realidad el sueño de los aficionados béticos, un sueño sin límites.
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