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«No podemos llamar respeto a lo que es miedo»

El novelista publica «Joseph Anton», sus memorias durante los años de la fatua. Asegura, respecto a la polémica de las caricaturas, que «autocensurarse sería un error»«Joseph Anton»Salman RushdieMondadori688 páginas, 24,90 euros.

El autor de «Los versos satánicos», ayer, sin escolta, en Madrid
El autor de «Los versos satánicos», ayer, sin escolta, en Madridlarazon

«Creo que Jomeini era un hombre malo. Un malvado. Desconozco cuáles eran su creencias religiosas, lo que sí es cierto es que fue un tirano responsable de la muerte de muchas personas en Irán y fuera de Irán. Ha sido una de las personas que han contribuido a cambiar el islam, a convertirlo, en gran medida, en lo que es hoy». Salman Rushdie ha escrito sus memorias de la clandestinidad, cuando el fanatismo religioso le hurtó la vida y le condenó a un ostracismo de escondites y guardaespaldas. Las ha redactado en tercera persona, porque en primera le quedaban egocéntricas y «yoístas», y así resultaban más objetivas y literarias. Y, en sus páginas cuenta los años de Joseph Anton, el seudónimo (es la suma de los nombres de Conrad y Chéjov) con el que se bautizó para afrontar los días de anonimato. «Tardé una década en redactarlo, porque tenía que esperar a que pasara la rabia. Siempre pensé que caer en el rencor habría sido muy destructivo. No quería pasar el resto de mi vida sintiendo amargura».
–Los musulmanes aceptan los derechos de Europa, pero les cuesta integrarse en ella. ¿Por qué?
–Eso tiene que cambiar, porque de lo contrario no habrá manera de convivir. Algunos islamistas exigen que cambiemos y hagamos unas sociedades menos libres para que sus actitudes puedan encajar. Pero esos valores ha costado mucho tiempo lograrlos.
–Los relativistas dicen que es otra cultura y que hay que respetarla.
–El relativismo cultural es una de las cosas más peligrosas que están ahora en el ambiente. Es una deformación del multiculturalismo, que mi generación propagó. Su lado oscuro es el relativismo, que afirma que se puede excusar a una comunidad o darle un trato diferente en menosprecio de otras. A los imanes se les oye decir cosas abiertamente antisemitas, misóginas, homófobas, algo que no toleraríamos en otro grupo, pero como provienen de estos religiosos, hay personas que dicen que es su cultura, que son así. Este es un paso muy peligroso para cualquier sociedad, abandonar los valores propios por un grupo concreto es muy peligroso.
–¿Y qué hacer?
–Europa tiene que ser fiel a sus valores. Debe recordar su cultura y tratar de que todos los que vengan a Europa vivan de acuerdo a esa cultura. No puede haber guetos islámicos dentro de una Europa libre. No puede haber muchas europas. Sólo puede haber una.
Salman Rushdie reconoce con una sonrisa muy india, de persona agradecida, que la escritura, que es un oficio de abundantes soledades, le salvó. «Me ayudó a mantenerme vivo», señala. El libro recuerda esa forma de trabajar la literatura, entre traslados, mudanzas y concentraciones interrumpidas. «Al final publiqué seis libros en esa época. No está mal».
–Ahora, los amenazados son dibujantes. ¿Qué hacer? Hay quien aboga por retirar las caricaturas.
–Eso es un gran error. La autocensura es la peor censura. Realmente, el motor de la autocensura no se basa en el respeto. Lo que subyace es miedo. El miedo a las amenazas, la violencia y las represalias. Es muy importante no doblegarse ante él. Y, no llamar al miedo, respeto. Eso es miedo con disfraz, con el manto del respeto. Las caricaturas respetuosas no existen, porque la naturaleza de la caricatura es ésa. Si queremos que sigan dibujándose en Europa, tenemos que asumir que sean irreverentes. Y todos tendremos que aceptarlas. Habrá críticas a otras religiones, pero nadie quema ciudades por ese motivo. El islam debe aprender eso. Que no pasa nada porque alguien se ría.
–¿El islam no tiene humor?
–Durante la fatua, siempre declaré que era una batalla de gente con humor y otra sin sentido del humor. Y hay mucha verdad en eso. La ironía y el humor, en vídeos y caricaturas, es para reírse y luego dejarlo pasar. No les das esa importancia, no se responde con rabia, quemas, violencia, aparte de que denota falta de sentido del humor. En todas las tiranías, a lo que se tiene más miedo es a la comedia. La sátira es lo que les hace más daño.

Un futuro enigmático
Rushdie, quien jura no volver a escribir sobre sí mismo, como si estuviera ya harto del reflejo que le devuelve el pasado, desgrana en este volumen sus preocupaciones y tristezas. Y menciona a los que se apartaron de su amistad, como John Le Carré, Kurt Vonnegut o George Steiner; y los que se mantuvieron a su lado, apoyándole, que es el caso de Graham Greene, Paul Auster, Ian McEwan, Umberto Eco o, incluso, Bono, el vocalista de U2.
–¿A dónde va el islam?
–No sé qué ocurrirá en el futuro. Pero todo lo que ocurra, debe provenir del propio islam. El año pasado, con los sucesos de Egipto y Túnez, creí que era el comienzo de algo. Los jóvenes querían sociedades más libres. Lo interesante de la Primavera Árabe es que pedía una vida mejor, pero ese espíritu ha sido derrotado. Esas personas siguen ahí y puede que sus sentimientos renazcan más adelante.
Rushdie afirma que el vídeo sobre Mahoma es malo, pero que la reacción también es una prueba de «una paranoia grande». Dice que en el islam muchos piensan que existe una conspiración en Occidente contra ellos, sobre todo de sus líderes, aunque sea mentira. Pero lo importante es que lo comenta antes de salir a la calle y coger un taxi.

Mafia y radicales religiosos: los enemigos de los escritores
Lo reconoce él mismo. «La situación de Roberto Saviano es peor de lo que era la mía». La mafia y los fundamentalismos religiosos amenazan en todas partes. «Lo que comparten es la crueldad», declara Rushdie. Pero, para él, existe una diferencia: «La mafia no olvida, recuerda durante mucho tiempo. La manera en la que Saviano vive en Italia es muy difícil. Duerme en comisarías y está trasladándose constantemente». El novelista de «Los versos satánicos» sabe qué es eso, y comparte la decisión de su amigo de permanecer en Italia, no marcharse a otro país para protegerse. «Es una decisión valiente, porque no quiere renunciar a quien es. Yo me sentía igual. Me sugerían que me cambiara de aspecto, pero yo pensaba que eso era peor que la muerte. No quiero la vida de otra persona, quiero mi propia vida. Lo mismo le sucede a Saviano. Está en Italia porque es periodista, es escritor y su tema es Italia. Y quiere seguir viviendo de su trabajo».