Ley Antipiratería
La cabeza del Bautista
El escándalo de la SGAE no puede servir de coartada para los que apuestan por la barra libre en las descargas. Los artistas piden que no se haga un juicio paralelo en los medios de comunicación a Teddy Bautista por el escándalo, perdón, presunto escándalo, de la SGAE. Hay que respetar la presunción de inocencia, y no puedo estar más de acuerdo. Que pena que los de la ceja, los que han apoyado a Zapatero y bramaron en las calles contra Aznar llamándole de todo menos bonito, no utilicen la misma vara de medir en todos los casos. Resulta enternecedor ver cómo determinados periódicos que llevan meses y meses instalados en el acoso y derribo a determinados políticos del PP por la trama, perdón, presunta trama Gürtel, no hayan dicho una sola palabra sobre lo que el juez de la Audiencia Nacional, Pablo Ruz, refleja en el auto que dictó el pasado martes. La cúpula de la Sociedad General de Autores está fuera de juego y a la espera de que avancen las diligencias judiciales y una comisión rectora se hará cargo de la entidad y abrirá una comisión interna para depurar posibles responsabilidades. Hay que reconocer que la reacción ha sido relativamente rápida por parte de los artistas que saben que la imagen de la SGAE puede haber sufrido un golpe del que será difícil que se reponga en mucho tiempo. Si se demostrara que ha habido desvío de fondos , malversación, mala administración y, en definitiva, delitos de una gravedad notable, la gestión de los derechos de autor, que es algo totalmente irrenunciable, necesitaría de una transformación que garantizara la transparencia absoluta. Los abusos en el cobro de derechos han llegado en algunos casos que están en la memoria de todos, al absurdo, como intentar pasarle la factura a todo un pueblo por la representación del Alcalde de Zalamea, o a las peluquerías por sintonizar radios musicales que ya pagan por esos derechos. Pero que la figura de Teddy Bautista se haya hecho profundamente antipática no da derecho a cortarle la cabeza antes de que se pronuncien los tribunales. Pero sobre todo, este escándalo, perdón otra vez, presunto escándalo, no puede servir para que quienes apuestan por el gratis total y la barra libre en las descargas y copias de obras literarias o musicales, encuentren una coartada para que se ablande la legislación. Los creadores no pueden asistir desarmados al pirateo de sus obras y si la principal sociedad gestora de los derechos de autor está bajo sospecha, que actúe la justicia y punto. La tentación de hacer demagogia con este asunto cuando se acercan unas elecciones generales es demasiado fuerte. Quien quiera sacar votos intentando contentar a quienes utilizan la red para pescar en aguas vedadas, estará haciendo un flaco favor al mundo artístico e intelectual. Pero muchos de los integrantes de ese mundo deberían reflexionar sobre su papel en la sociedad. Deben ser referentes para todos, y no sólo para determinadas opciones ideológicas. Desde aquellas manifestaciones del «no a la guerra» y el «nunca mais», para una parte muy significativa de ciudadanos no son pocos los artistas que se quedaron para siempre con la etiqueta de sectarios. Ahora tienen una oportunidad de enmendar errores.
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