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El dilema de Diego por Lucas Haurie
Aunque todos los cocineros de encuestas coinciden en cifrar la segura victoria del PP a caballo entre la gloria mayoritaria y la miseria aritmética (en la horquilla entre los 53 y 57 escaños), siempre resulta más fiable la opinión generalizada, por encima del 70%, de que el próximo presidente de la Junta será Javier Arenas. Este columnista se atreve a pronosticar que los conservadores sentarán a 58 diputados en las Cinco Llagas, siquiera sea por contradecir al gremio demoscópico. Sin embargo, nadie negará que el panorama postelectoral dibujado por una mayoría minoritaria resultaría más interesante. Eso espera Diego Valderas. El candidato onubense probó, durante el bienio de la pinza y como presidente del Parlamento, las mieles del poder institucional juntero. Casi veinte años después, sueña con erigir en alguna consejería un virreinato desde el que disponer de una tajada del presupuesto. Dos obstáculos lo separan de la gloria: la alta probabilidad de que Arenas pueda gobernar en solitario y, cosa aún más peliaguda, la renuencia de Juan Manuel Sánchez Gordillo a coaligarse con el PSOE. «Sería como pactar con el diablo», ha dicho el número uno de IU por Sevilla.
El alcalde de Marinaleda representa en la formación de izquierdas a la facción rural, o valga decir la más genuina, frente al posibilismo de Valderas o los representantes de las capitales deseosos de convertirse en rentados «compañeros de viaje» de los socialistas. Gordillo reclama consultar con las bases la implementación de un pacto, si los resultados lo hacen posible, pero los burócratas abominan de la democracia interna cuando ésta amenaza sus sinecuras. He ahí el vívido ejemplo de Extremadura, sin ir más lejos. La historia de Izquierda Unida enseña que gobernar con los socialistas equivale a recibir un abrazo del oso que encanija sus ulteriores resultados y que, al contrario, crece cuando adopta posiciones más independientes. Pero, ¿qué le importa al dirigente el futuro remoto cuando se cierne ante él un cuatrienio de moqueta y coche oficial? Satanás no sólo tienta a los cristianos, también pone a los fieles comunistas ante la cruel disyuntiva de elegir entre el deber y los placeres mundanos. Vaya papelón: fosilizar a Griñán en el sillón o dejar que se siente Arenas.
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