Sevilla
Pacto de silencio
Aunque era lo esperado, no dejó de ser decepcionante contemplar que la declaración del denominado Cuco cerró el círculo de la omertà entre los encausados. Con un patético look a medio camino entre Rosario Flores y Carlos II el Hechizado, Francisco Javier García se comporta como sus presuntos cómplices: manipulador, frío, sin sentimiento de culpa... unos psicópatas adolescentes que después de cagarse en los agentes de policía, se están limpiando con la Administración de Justicia. Como los unos han sido incapaces de reconstruir el crimen, la otra tendrá que imponer condenas de una insoportable levedad. Es la baza que han jugado las defensas durante tres años y lo han hecho hasta el final, sin que todo el aparato del Estado haya podido penetrar en la piña que han formado. Se lo pusieron fácil porque, más allá de los pinchazos telefónicos, los dejaron interactuar durante un mes, tiempo de sobra para implementar con minuciosidad cualquier estrategia. La esgrima dialéctica del fiscal ayer, luciéndose en vano ante un niñato cuasi analfabeto, no fue más que un vistoso ejercicio de onanismo procesal sin consecuencia práctica. Acorraló al declarante hasta demostrar que es un mentiroso. Vaya novedad. Estoy con Hitchcock en que no existe el crimen perfecto. Pero casi.