Cataluña
Y le pondremos Íker de nombre
¿Será verdad que con el campeonato mundial se acabó la crisis, que está asegurada la subida del Producto Interior Bruto y casi que Zapatero siga en la Moncloa? O todavía más, los expertos en estadísticas anuncian que tras la victoria se anuncia un «baby boom» para el año que viene, todo un concierto de berreos y pataletas de una generación cuyas primeras palabras al nacer van a ser «Campeones, Oé». Vamos, que Manolo el del bombo va ser uno más entre tantos bombos como vamos a tener tras el campeonato. Y los padres diciendo: «Si es niño, lo llamaremos Íker. Si es niña, Sara». Así que prepárense para el verano que viene y los siguientes ante el aluvión de Íkeres que vamos a tener por las playas, y no me quiero imaginar el follón que podrá organizarse cuando se pierda uno o se meta más de la cuenta en lo «jondo» de las olas. España es así, sólo que ahora a los niños se les puede poner nombres de ídolos nacionales y no de actores extranjeros.¿Quién le iba a decir a Iniesta, tan translúcido y en apariencia frágil, que más parece sudado que parido, que el tarro de sus esencias serviría para elevar de golpe nuestro índice de natalidad? Ya tuvo un precedente con su gol frente al Chelsea en copa de Europa que hizo crecer la población en Cataluña. Vaya fenómeno. Para que luego hablen de la viagra. Se imagina uno ya un espermatozoide con su efigie acometiendo un hueco en el óvulo como quien marca un gol. Sólo queda esperar cómo se va a traducir el concepto de juego de Del Bosque en número de concepciones. Era fácil deducir la otra noche, mientras la gente enfervorizada y ebria de victoria gritaba «A por ellas, Oé» o «Landa ha vencido a Holanda», que el riego entre fuentes y manguerazos de la policía sólo iba a preceder otros riegos más fértiles. Ahora vemos a Sara Carbonero como musa e inspiración, dulce abeja reina de toda una generación de nuevos españoles, en un Mundial convertido en un largo y feliz orgasmo.
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