Lorca

La escritura de las riadas por José Clemente

La Razón
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Todo el litoral mediterráneo está plagado de miles ramblas secas que apenas sirven de cauce para las cuatro gotas de agua que descargan las tormentas de tanto en tanto, precipitaciones que apenas llegan al mar al ser embebidas antes por los lechos en los que discurren. Pero la especulación y el elevado precio del suelo ha generalizado una práctica diabólica que, también de tanto en tanto y de manera excepcional, nos deja una cicatriz para el recuerdo. Sucede cuando las aguas desbordadas sacan sus viejas escrituras reclamando derechos que nadie comprende, pero que existen por orden natural, especialmente en esas ramblas secas donde antes sólo vivían caracoles y ahora corretean avispadas y libertinas lagartijas. Unos cauces convertidos en verdaderos fenómenos paranormales cuando las aguas bajan atropelladas llevándose a su paso todo cuanto encuentren en él, como en Biescas. A esas escrituras se refería ayer el presidente de la CHS, Miguel Ángel Ródenas, al admitir que las ramblas de Béjar, Nogalte y Biznaga, que además van a parar a una zona endorreica, provocaron el desbordamiento y posterior inundación de centenares de fincas, muchas de las cuales siguen, cuatro días después de la catástrofe, aisladas y bajo las aguas. Sin duda, la mayor riada de la Región de Murcia, mayor aún que la de Santa Teresa en octubre 1879, que provocó la muerte de cerca de 1.500 personas en Murcia, Orihuela, Lorca, Librilla y que sumergió bajo las aguas la pedanía de Nonduermas, alcanzando diez metros de altura en el Palacio Almudí. La lengua de agua arrastraba entonces 1.450 metros cúbicos por segundo, frente a los más de 2.000 del pasado viernes. Como vemos, las Cañadas Reales y los lechos del agua tienen propietarios naturales que nos negamos a reconocer, pero que existen.