Sevilla
Sevilla se da a El Cid
- Sevilla. 13ª feria. Toros de Ventana y Puerto de San Lorenzo, el 1º, bis. El 4º sobrero de Toros de la Plata. El 5º, bueno. Lleno. - Enrique Ponce, de grana y oro, media estocada, descabello (silencio); bajonazo, aviso, cuatro pinchazos, dos descabellos (silencio). - El Cid, de tabaco y oro, dos pinchazos, tres pinchazos (silencio); estocada baja (vuelta). - Alejandro Talavante, de malva y oro, descabello (saludos); pinchazo, media (silencio).
SEVILLA- No podía ser. En el reparto de la temporada se había llevado Sevilla los bolsillos llenos. La dos caras de Manzanares, la plenitud de El Juli y la raza de Morante...Y más podría contar, pero no vendría al caso. La corrida de Puerto de San Lorenzo de ayer, con remiendos incluidos, tendió a la mansedumbre, a la poca gracia, aunque hubo un quinto de nota para servir de nuevo el triunfo. Pero había que ganárselo. Resultó el único astado con el hierro de la Ventana del Puerto. Sacó nervio en la muleta, saciándose de engaño por abajo,a rastras lo quería todo... Pero no era facilón, exigía el astado al vencerse, al meterse por dentro en el final del viaje y reponer. A prueba puso el corazón de El Cid. A él le tocó. Había toro y el sevillano se lo fue creyendo, poco a poco, más asentado, menos tibio, enredado en una faena pulcra, en la que se vio que hacía el esfuerzo para salir del bache y recuperar el crédito en Sevilla. A la faena le faltó el hilo argumental para contar la historia y la estocada baja no acabó de redondear el final. Pidieron el trofeo. Quieto parado, debió pensar el presidente y no lo concedió. Con una vuelta al ruedo se llevó El Cid el calor de su plaza.
Sin casta ni claseInauguramos la tarde bajo la lluvia y con un sobrero del mismo hierro. Ni un toro lidió Ponce de los titulares. El valenciano se caló, pero no encontró la vía de darle faena al toro con lucimiento. El animal no tenía ni casta ni clase y a esa línea dio continuidad el torero para quitárselo de en medio. El Toro de la Plata saltó en cuarto lugar como sobrero. Otro manso más para el recuento. Cantado, expuesto a los ojos de todos desde que abandonó el peto del caballo a la huida. Peor se lo hizo pasar a los banderilleros. Esperó a Ponce con la cara alta, retador, más allá de las rayas del tercio. La duda, la esperanza estaba en ver si el toro rompía por algún lado. Acudió al paso, sin humillar, como si la cosa no fuera con él, y la faena, mejor en los comienzos, se perdió por el mismo sitio que cayó el primer bajonazo. Ahora bien, después llegó la segunda lectura: ¿cómo meterle la mano al toro encampanado y con problemas de visión en la distancia corta? No humillaba el toro en el encuentro ni por equivocación. Al primero de El Cid le dio por embestir, quizá tuvo veinte, tal vez treinta arrancadas buenas, por ambos lados, y El Cid nos quiso contar el toreo. Pero fue más un baile, sin sinfonía y buscando por fuera lo que no veía por dentro. Se rajó el toro, y ayudó a maquillar lo que era, o lo que no era. Y no fue. Tres tandas de naturales dibujó Talavante en el puro centro al tercero. Un alivio para la guerra de los paraguas, entre ellos acabábamos por buscar al toro y al torero. Tuvo boyantía pero efímera el animal y, en nada, cogió la directa a tablas, ajeno a la pelea. En esos terrenos siguió sin mucha gloria Talavante y expuso en las manoletinas, donde culminaba el toro a arreones. No se rajó el sexto. Noticia. Pero poco bueno dejó sobre el albero. Lo que dura un telediario tardaba en arrancarse y lo hacía después sin gracia. Talavante lo intentó en los desafíos de los medios. Pero el mayor desafío fue el nuestro por aguantar. ¿Nos dará tregua la lluvia? Si es por ver a El Juli salir por la Puerta del Príncipe, por mí me calo hasta los huesos.
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