Eurogrupo

Excma Frau Merkel

Creíamos que la ilusión del euro subsistiría por lo menos treinta años, tanto como durasen nuestros créditos

La Razón
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Escribo estas líneas en la esperanza de que Su Excelencia se encuentre bien, al igual que sus electores, los buenos e intachables votantes alemanes que miran con recelo hacia aquí abajo, a los ciudadanos de segunda fila –«cerdos», PIGS, que diría un anglosajón– de esta Europa en la que Ud., y sus electores, mandan con pulso imperturbable. Entiendo, señora Merkel, que piense Ud. junto con sus electores que somos una calamidad. Poco previsores, derrochadores, tramposos, vagos y protestantes (aunque no de religión). Sin embargo, habría sido estupendo que Ud. y sus probos votantes hubiesen expresado los recelos y justificados escrúpulos que sienten hacia nosotros, con toda la contundencia que merecemos, hace mucho tiempo. Por ejemplo, cuando el gran pueblo alemán, a través de sus representantes políticos, se propuso darle a la Comunidad Europea un enorme impulso transformándola en Unión Europea (comprenda, Excma. Sra., que la palabra «Unión» se nos antoje ahora una broma de mal gusto) y nos «admitió» como socios, o sea como súbditos y/o «futuros» mercados. Uds. nos aprobaron las cuentas, nos permitieron «converger» y consintieron en que adoptásemos su euro. No quiero aburrirla contándole el disgusto que tuvimos aquí abajo cuando las cosas que un día antes valían 100 pesetas pasaron a costar 166, o sea: un euro, o sea: un 66 % más que el día anterior. No quiero incomodarla con detalles sobre nuestras miserias porque sé que a Ud., y a sus electores, les pone muy nerviosos el tema de la inflación y porque aquí abajo olvidamos el asalto que supuso el euro para nuestros menesterosos bolsillos en cuanto Uds. y su Banco Central Europeo empezaron a darnos dinero barato. Casi regalado. Y a manos llenas.

Estábamos acostumbrados a pagar los créditos en pesetas en plazos de catorce años y un 18% de interés, de modo que los euros al «nada» por ciento y a treinta años nos encantaron tanto o más que a los griegos, los italianos, los portugueses y los irlandeses. Pero, bien pensado, nunca debieron depositar tanta confianza en nosotros porque, como sospechan sus electores, somos incautos e idiotas perdidos: incluso creíamos que la ilusión del euro subsistiría por lo menos treinta años, tanto como durasen nuestros créditos. No intento justificar nuestros errores. Tenemos muchos problemas, y el «recíproco» exceso de fe en Ud. y sus electores como jefes supremos quizás no sea el más insignificante. Dificultades que debemos superar con esfuerzo, con trabajo duro. Me niego a pensar, como otros aquí abajo, que Alemania es como siempre «El Problema de Europa», no la solución. Pero sería maravilloso si Ud., y sus electores, y su Banco Central eufemísticamente llamado «Europeo», tradujesen alguna vez nuestras desastrosas cifras a seres humanos depauperados e hiciesen el cálculo de «cuánta» penuria seremos capaces de soportar. No hay quiebras «ordenadas», y Ud. y sus electores deberían saberlo por experiencia histórica.

Excma. Sra.: hoy tenemos elecciones aquí abajo pero, dada la situación, creo que quizás nos merezcamos también el derecho a votar… en Alemania.
Vielen Dank.