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Corazón con viento por José Luis Alvite

La Razón
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Reconozco mi falta de determinación para muchas cosas relacionadas con la vida ordinaria. Por culpa de ese defecto, muchas veces acepté proposiciones que me desa-gradaban y me embarqué en relaciones en las que había perdido la fe antes de empezarlas. Me pregunto ahora qué habría ocurrido si cualquiera de aquellas proposiciones hubiese sido la de atracar un banco. Creo que en el mejor de los casos le habría dado unas cuentas vueltas en la cabeza pensando en lo terrible que era para mí desairar a alguien. En mi relación con las mujeres he sufrido siempre esa maldita indecisión y reconozco haber mantenido vivas unas cuantas historias que sabía que no me conducirían a parte alguna. En una ocasión me comprometí con una chica farmacéutica porque era Navidad y no me parecía de buen gusto rechazar su ofrecimiento. Incluso nos cruzamos regalos delante del abeto de Navidad. Esa misma noche me ausenté con cualquier pretexto y no supe más de ella hasta que coincidimos días más tarde en un local de copas. Recuerdo que nos hablamos como si nada hubiese ocurrido entre nosotros. Sólo al despedirse preguntó qué diablos me había ocurrido aquella noche para no haber vuelto a su piso. Y le conté que mi actitud desentendida me venía de la infancia, de algo que me ocurrió aquella cruda tarde de invierno en la que el fuerte viento me apartó de mi madre y al cabo de un buen rato me encontré dándole la mano bajo la lluvia a otra mujer. Ella sonrió y no dijo nada. Meses más tarde rehizo su vida y se casó con un amigo mío que le ha sido leal desde entonces. Y seguí como siempre, dejando que mis decisiones las tomasen a medias los instintos, la cobardía y el viento.