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«News of the World»

La Razón
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Un periodista nunca debe alegrarse del cierre de un periódico, por mucho que le disguste su línea editorial o por muy desleal que sea su competencia. Perro no come perro. Pero hay días en que lo ponen de menú y no queda más remedio que celebrar el sepelio como si fuera un banquete jubiloso. Es el caso del dominical británico «News of the World», rey del kiosko y pasmo de la profesión por sus altísimas cifras de venta. Pese a su sensacionalismo populachero, había semanas que, por sus revelaciones certeras, ponía en evidencia a la Prensa de calidad, lo que despertaba secretas envidias. Sin embargo, cómo rebosarían sus tinteros de podredumbre moral y profesional que fue el propio Murdoch, tan sensible a las cuentas de resultados, quien empuñó el hacha del verdugo y sacrificó una pieza clave de su imperio sin que le temblara el pulso. A veces, muy pocas, la mejor manera de defender el periodismo es aplicar la cirugía al miembro gangrenado. Y en el caso de Murdoch, además, era la única manera de salvar el resto de sus cabeceras. «News of the World» era un laberinto de espejos leprosos que devolvían la imagen deformada, abyecta y mísera de los monstruos de feria para solaz y entretenimiento de mucha gente. Puro circo, mero espectáculo y toneladas de carne picada envuelta en hojas de periódico fraudulento. Malversación del periodismo y baja traición a sus profesionales. Su estafa a toda la sociedad no es menos liviana que la de Madoff. Eso era «News of the World», otro nombre a añadir a la historia universal de la infamia. Por fortuna, en España no hay de eso. ¿O sí? Desde luego, ninguno de nuestros periódicos puede comparársele ni siquiera remotamente. Todavía. Pero sí medran entre nosotros programas de televisión que chapotean en las mismas alcantarillas. «News of the World» era, antes que un tabloide, una «filosofía» y una forma de traficar con la información, de mercadear con las miserias humanas y de hacer caja con el dolor ajeno. Sólo compraventa y jugosos dividendos. Justamente la «filosofía» de algunos espacios de televisión que mayor audiencia tienen en España. El estilo y la catadura del papel sensacionalista se asoman muchas tardes y noches al televisor sin que ningún Murdoch local haya tenido aún la dignidad de empuñar el bisturí y sanear el abceso.