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El ladrón que saqueó ermitas e iglesias de la Región se confiesa

El ladrón que saqueó ermitas e iglesias de la Región se confiesa
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VALLADOLID- Fue un verdadero azote para el patrimonio religioso de buena parte de Europa. Y Castilla y León fue una triste protagonista de esa historia de robos memorables de piezas artísticas que volaron hacia otros lares y que muy pocas regresaron a su lugar de origen. «Es que la calidad de las piezas era muy superior en Castilla y León», declara Erik el Belga en declaraciones a LA RAZÓN, desde su residencia desde hace muchos años en Málaga.

«Ojo, también se vendía mucho, ya que si no muchas de las piezas no se podían colocar en el mercado», dice. Y es que, confiesa que todo lo que se llevó de la Diócesis de León y de Astorga, así como de la de Valladolid, lo hizo con «facturas firmadas por los propios obispos». «Fue por una orden del Vaticano II, en el año 1962 en la que animaban a vender todo lo que sobraba en las iglesias».

Es por eso, que de Castilla y León, así como de otras partes de España partieron camiones cargados de yugos, antiguos objetos de farmacia, libros de horas, altares, incluso mesas de sacristía «algunos están decorando en la actualidad los despachos más importantes del mundo», dice, aunque no desvela cuáles.

Uno de sus grandes proveedores en los años 60, fue el obispo de Calahorra, don Abilio del Campo, curiosamente de procedencia burgalesa.

«Por aquel tiempo había mucho descuido del patrimonio religioso. Había mucho material en muy mal estado y había que restaurarlo. Ahora han cambiado mucho las cosas, pero todavía existe un 80 por ciento de material que no está inventariado».

Iglesias de Tordesillas, Medina del Campo, Hornillos de Eresma, Toro, Reinosa del Cerrato y Tamara de Campos sufrieron las «artes» de Erik el Belga y sus secuaces.
Algunas pasaron a formar parte de la colección de adinerados clientes que pagaban ingentes sumas millonarias por «caprichos» góticos o románicos. Pero otras, eran recuperadas como en mayo de 1982 por la Policía belga y la Interpol, como dos tapices sobre cartón de Rubens del siglo XVIII, robados en la iglesia de Castrojeriz (Burgos); o doce tablas de madera pertenecientes a un retablo del siglo XVI de la escuela hispano-flamenca, que se encontraban en la iglesia de Santa María del Castillo de Frómista, en la provincia de Palencia.

«El arte pertenece al pueblo y a quien lo merece», confiesa Erik, aunque su verdadero nombre es René Alphonse Ghislain Vanden Berghe, y no se arrepiente de haber esquilmado (que no ‘robado', palabra que nunca utiliza) y comprado piezas en muchos lugares de España, con el aplauso del cura y los propios vecinos del pueblo, que de esta manera podrían arreglar sus iglesias.

Preguntado por la posibilidad de «robos» actuales, Erik el Belga, indica que ahora es más difícil «por que hay una cruzada para salvar el patrimonio y ya no hay muchos clientes. Todos los coleccionistas han muerto» y se congratula que gracias a su figura España haya empezado a cuidar sus «tesoros».

Además, Erik es un consumado artista y «falsificador» y a lo largo de su vida ha «engañado» a millonarios colocándoles piezas falsas pero con el «certificado de autenticidad». Y no duda en afirmar que muchos de los museos más importantes del mundo tiene colgadas en sus paredes obras falsas.

 

Una vida con hazañas memorables
Enloqueció a la Policía de media Europa. Fue condenado a muerte en Francia. Engañó a experimentados y caprichosos coleccionistas y trabajó para otros por encargos. En sus memorias, publicadas por Planeta, desvela algunas de las operaciones de robo patrimonial más importantes del siglo XX. Desde tallas, tablas, incluso vidrieras y todas por encargo. Pero también se echó a atrás en algunas operaciones, «por que alguna talla no merecía ser robada del lugar donde estaba», como la Virgen de Guadalupe, como ejemplo.