Pamplona

El Juli triunfo con cornada

Hay orejas que encierran el misterio de la tauromaquia y otras que valen un monumento al trapazo. Y la misma oreja es. Mismo lugar, misma Feria. No puede ser. Es imposible que se igualen faenas de otras tardes, no pongamos nombres, que fueron ligeras de contenido con la de El Juli de ayer que tuvo razón de ser. Principio, final. Mejor dicho, un estoconazo en la yema puso el colofón a la faena. El pero no pudo venir por ahí... Tampoco por la falta de entidad.

El Juli triunfo con cornada
El Juli triunfo con cornadalarazon

Tenía el toro toda la nobleza del mundo, sí, también ese puntito que le hacía querer huir, rajarse, darse a la fuga a tablas. No lo consintió Julián. Ése, entre otros, fue su mérito, mantener al animal cosido a los vuelos de la muleta quisiera, o no. Que para eso el papel de mandón estaba bien claro. El segundo de la tarde acompañó a El Juli en ese toreo poderoso y mandado por ambas manos que supo rematar tan bien con la espada. Visualizamos el doble trofeo. Cómo no, después de lo que llevamos. Pues no. El Juli, que ya debe tener callo en estas batallas, no se dio por enterado y puso el contador a cero con el quinto, más bastito, menos rotundo en el embestir. Iba a medias, sin querer del todo y El Juli queriendo remediarle se esmeró. Casi ya al final, a punto del desplante el de Victoriano del Río le demostró que con el toro las confianzas tienen su precio y le prendió feo. Cornada en el escroto llevaba. Lo sabríamos después. Ni se miró. Henchido de raza. Siguió. Cogió la espada. Se tiró en la suerte suprema con todo, como si no tuviera nada, y la estocada le volvió a quedar en lo alto. Las borda. Oreja. Ni la puerta grande que había ganado la saboreó. Hacía tiempo que la había cambiado por la enfermería, aunque apenas nos diéramos cuenta. Curro Díaz se llevó el lote de la tarde. Qué gran lote ganadero. Victoriano del Río lidió un primero de lujo. Un regalo para los sentidos. Era un toro con arte, pronto en la arrancada, repetidor, pero con temple, con poso en el viaje. Díaz apuntó detalles pero faltó profundidad al conjunto, que el empaque tuviera recorrido. En ese mismo aire se le fue la faena del cuarto. En la suma de medios muletazos que iban a la cadera, pero se intuía que el toro rodaba más allá de esa medianía. Alejandro Talavante intentó muchas cosas con el tercero, que tenía bondad a raudales, pero el trasteo le quedó irregular. El toro tendía a rajarse y en ese debate transcurrió la trabajada faena. El sexto tuvo más de garbanzo negro porque nunca quiso embestir humillado y en vez de eso optó por topar y el toreo así se convierte en algo lejano. Como la justicia cuando se niegan las orejas. Pero El Juli, en eso, tiene un dilatado historial.