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Desigualdades

La Razón
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La reunión anual de la Asamblea General de la ONU, que se celebra a partir de septiembre en Nueva York, es un encuentro de mandatarios y diplomáticos que no suelen resolver los problemas del mundo, ya sean catástrofes naturales o enfrentamientos entre sus miembros. Lo contrario pasa con el otro órgano ejecutivo de la organización, el Consejo de Seguridad, que se reune ad hoc cuando hay una crisis de importancia y es solicitado por alguna de las partes. Por eso el líder iraní, Mahmud Ahmadineyad, que es uno de los sancionados por sus intentos de obtener la bomba atómica, se pasea como un paria por los pasillos de la ONU. Y en los próximos días veremos a algunos más.

La Cumbre sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio entra dentro de esa clasificación de encuentros que no resuelven nada. Los objetivos se fijaron hace diez años y se trataba de acabar con el hambre en el mundo y con la pobreza de millones de habitantes del planeta que viven en las zonas más subdesarrolladas. Es difícil cuantificar los resultados pero, a la luz de lo que todavía se ve por el mundo, no parece que se pueda hablar de éxito. Los países ricos se comprometieron a entregar –y aún lo están– un tanto por ciento de su producto interior bruto para la ayuda al desarrollo. Y todavía estos días hay algunos que quieren establecer una tasa a las entidades financieras. Es necesaria la solidaridad, pero tampoco estaría mal exigir una mejor gestión a muchos gobiernos.