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La varita se queda sin dueño

Director: D. Yates.Guión: S. Kloves, según novela de J.K. Rowling. Intérpretes: Daniel Radcliffe, Emma Watson, Ralph Fiennes. GB/EE UU, 11. Duración: 125 min. Fantástico. 

La varita se queda sin dueño
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Al principio, se tiene la misma impresión que cuando, en aquellos gloriosos programas dobles de los cines de barrio, entrabas con la película empezada y tenías que imaginar por dónde iba la historia, tu cabeza intentando dibujar un mapa posible de la trama. «In medias res», con los horrocruxes colgando de tu memoria, inviertes toda tu energía en situarte, en entender la práctica de la magia potteriana, que tiene diez excepciones para cada una de sus leyes. La arbitrariedad es una brújula defectuosa, y en esta fastuosa clausura de la saga se pone al descubierto que los métodos de la escritora J.K. Rowling para convertir a Harry Potter en un mártir y a la vez en profeta redentor son algo tramposos. No hay que echarle la culpa a David Yates, que probablemente no tuvo nada que ver en la decisión de dividir este último capítulo en dos partes descompensadas ni tampoco pudo enmendarle la plana a los entresijos de un personaje que ya es un mito de la cultura popular. Hay mucho espectáculo en «Harry Potter y las reliquias de la muerte (Parte II)», quizá para compensar el sonambulismo de la primera parte. El núcleo de la película se desarrolla durante un asedio al castillo de Hogwarts que debe, quizá demasiado, a «El retorno del rey». Hay ocurrencias muy hermosas en este fin de fiesta: la secuencia del dragón y la cueva es espléndida, la formación de los guerreros de piedra tiene fuerza y el adiós a Severus Snape es emotivo. Pero el filme parece funcionar a ráfagas, sin ninguna cohesión interna, y el tan pospuesto enfrentamiento entre Potter y lord Voldemort es decepcionante.