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Bruno Delaye: «He lamentado mucho el mal gusto de los guiñoles»

Bruno Delaye: «He lamentado mucho el mal gusto de los guiñoles»
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MADRID.- Obviamente se le escapa un «alors» de vez en cuando, pero lo que más sorprende en un embajador es que se atreva a hacer una entrevista en el idioma donde tiene su misión diplomática. Seguro, valiente y cercano, Bruno Delaye (mayo de 1952) tiene un «don de gentes» espectacular, que se demuestra con las alrededor de 7.000 personas que le quieren acompañar en la celebración de su Fiesta Nacional en Madrid, y también una forma de trabajar muy admirada –como se cuenta en los pasillos de su Embajada–, y eso que Delaye puede tener una de las agendas más apretadas de España, donde lleva como embajador desde 2007.

–Ha cambiado la presidencia y hasta el color del Elíseo, sin embargo usted sigue aquí como embajador de Francia en España. ¿Hasta cuándo se espera quedar?

–No lo puedo asegurar, pero en Francia se es diplomático de carrera. He trabajado para Giscard, Mitterrand, Chirac, Sarkozy, Hollande...

–Por eso le pregunto, ¿cuál es su secreto?

–Ninguno, de verdad, es por la tradición en Francia: somos diplomáticos de carrera.

–De hecho, usted estuvo presente en la primera reunión entre el presidente galo François Hollande y Mariano Rajoy.

–Sí. Se buscaba una ayuda rápida del mecanismo europeo de estabilidad financiera y los dos se pusieron de acuerdo, en pocos minutos, sobre la necesidad de un sistema de apoyo europeo a la reestructuración del sector financiero español. Creo que este entendimiento hispano-francés entre Hollande y Rajoy fue fundamental.

–Se vio con buenos ojos la postura que Hollande tomó a favor de España e Italia.

–Sí, hubo un buen entendimiento.

–¿Cómo van las cosas con Angela Merkel?

–Una buena relación es imprescindible. Es un proceso permanente, porque por supuesto a veces no tenemos una coincidencia total y ambos tenemos que ceder. No queremos que este eje franco-alemán se transforme en directorio sobre el resto de Europa, queremos que dé estabilidad y que permita el consenso de Europa, pero no que imponga decisiones.

–¿Y con España?

–El clima es excelente, empezando por la lucha en contra del terrorismo. Estuvo aquí el ministro del Interior, Manuel Valls, quien ha establecido con su colega español relaciones de confianza. La lucha, entre lo que queda del terrorismo, sigue igual, con determinación. Desde que hubo un cambio de Gobierno, hemos seguido arrestando a miembros de esta organización terrorista. El compromiso francés sigue igual.

–¿No cree que ETA intentó abrir una brecha cuando se estaba gestando el nuevo Gobierno?

–Sí, pero no hemos caído en esta trampa.

–Se nota la determinación absoluta.

–Seguimos «la mano en la mano».

–Muchos jóvenes, por el alto paro entre la juventud española, se van a Francia a buscarse la vida. Creo que desde 2009 cada año se van como unos 6.000 españoles...

–Es difícil confirmar la cifra. Los Consulados de España en Francia nos dicen que sí hay un incremento de los españoles residentes en Francia por motivos de paro. Por supuesto, sería mejor que hubiera más empleo en España y que hubiera crecimiento. Esto es imprescindible y es la gran tarea común de España y Francia: encontrar los recursos en el marco europeo para aumentar el crecimiento en Europa. Si no, nunca vamos a acabar con el paro y un programa de austeridad sin crecimiento no nos lleva a ninguna parte.

–Pese a que los españoles aprendan el idioma y emigren, ¿no ha notado una cierta envidia? Un sentimiento que se exacerbó con los guiñoles.

–He lamentado mucho el mal gusto de los guiñoles que se burlaban de los deportistas españoles, lo que puede consolar a los españoles es que ahora se meten con los deportistas franceses. Hay total admiración por el deporte español. Lo opuesto de la imagen de los guiñoles.

–Sí, pero también de parte de los españoles hacia los franceses. Hay como frases hechas, de no sé cuándo, que se siguen repitiendo.

–Por ejemplo, ¿qué frases?.

–«Los franceses nos tiran las fresas».

–Pero eso ya se ha terminado. Creo además que hay datos que no mienten. El 73% de los franceses contestó que el país que prefieren es España. Además, España es el primer destino turístico de los franceses cuando viajan al extranjero. Yo entiendo que debido al pasado, a los problemas agrícolas y pesqueros, hubo algo de recelo. Pero ésto ha cambiado muchísimo; la admiración de los franceses por la renovación cultural española es verdaderamente impresionante; el éxito de las películas españolas; Almódovar es más famoso en Francia que aquí. Cuando voy a la Feria de Sevilla, oigo hablar francés por todos lados. Es que voy a escuchar flamenco a un barrio perdido de Córdoba y me encuentro con franceses que saben más de flamenco, de los cantaores españoles y del Cante Jondo que cualquier español. ¡Ahí está!

–Me contó mi antiguo jefe, Alfredo Semprún, que su padre había sido embajador en España. ¿Es una casualidad que haya acabado aquí?

 –No, no, ha sido un gran motivo. Porque mi padre falleció en un accidente de tráfico aquí en España, en mi infancia, y mi padre era el embajador y a mí me hacía mucha ilusión venir aquí. Por el recuerdo de mi padre, pero también porque sin conocer España –porque no conocí casi nada– ha sido un gran descubrimiento para mí. Yo creo que ha sido el momento más importante de mi vida.

–¿Ah sí?

–Sí, sí, en España. Mantengo una espléndida historia de amor con el país.

–¿Que es lo que más ama?

–La gente.

-¿Y se le ha pegado algo ya?

–Sí, lo noto si estoy en Nueva York y de repente oigo hablar español me provoca algo. Digo, a ver quiénes son, ¿los conozco? Sí, y cada vez que llego al aeropuerto de Barajas me provoca algo también el regresar a la tierra española. Me siento bien, a gusto.