Marius Carol: «La relación de Carreras con las mujeres es difícil»

-Conoció a Carreras en un probador de sastrería...
-Une mucho conocerse mientras el sastre sube y baja pantalones.

-Podría decirse que con su libro le ha hecho al tenor un traje a medida...
-Mejor diría que hemos tocado una pieza a cuatro manos.

-Me imagino que lo malo de esa fórmula es la ausencia de indiscreciones.
-Evidentemente. Todo lo ha autorizado él. Son sus memorias, él es el protagonista. Pero cuando hice su retrato no me tocó ni una coma.

-El mundo de los grandes divos es terrible, dicen. ¿Cómo lo lleva José?
-Se enfadó con Alfredo Kraus cuando habló mal de los Tres Tenores. Creo que a Kraus le hubiera gustado ser el cuarto tenor.

-Le gusta Sinatra. ¿A quién no escucha nunca?
-No escucha nunca música «bakalao».

-Sabemos que lee seis periódicos al día. ¿Qué bebe para recuperarse?
-Una copa de buen vino. Le gustan los vinos catalanes, sobre todo.

-Por cierto, ¿es nacionalista catalán?
-Yo diría que es muy nacionalista catalán. Sale a cantar siempre con una insignia de la bandera catalana en el bolsillo del esmoquin.

-¿En qué está a la izquierda y en qué a la derecha?
-A la izquierda, en la solidaridad; a la derecha, en el pragmatismo.

-Le gusta una frase de Humberto Eco: «La sabiduría no es destruir ídolos, sino no crearlos nunca». ¿Sabe que él es un ídolo?
-Es consciente de que hay gente que lo ve así. Hay personas que le siguen obsesivamente por todo el mundo.

-La leucemia, ¿no se hubiera curado de tratarse en España?
-Difícilmente. En Estados Unidos le dieron un medicamento que estaba en fase de experimentación y que aquí aún no existía. Sabe que se salvó por ser un privilegiado. Creó la fundación para salvar a los no privilegiados.

-Se ha separado de su segunda mujer. ¿No habrá sido una idea suya para vender más libros?
-No. Ha sido una separación amistosa. Él reconoce que su relación con las mujeres siempre ha sido difícil. Viaja mucho.

-¿Diría que es un mujeriego?
-Diría que es un seductor.

-«No es posible vivir con estas malditas mujeres, pero tampoco sin ellas» (Aristófanes).