«Sin rastro»: Caperucita y el lobo

Tomen el argumento de «Plan de vuelo: desaparecida», quítenle el cinturón de seguridad que lo ahogaba en un espacio único, sazónenlo con la grisura industrial de la ciudad de Portland y la naturaleza agreste de un bosque con un osario enterrado en su corazón y tendrán este thriller de alma televisiva protagonizado por Amanda Seyfreid, merecedora de mejor suerte. En «Sin rastro» interpreta a una chica traumatizada, que logra escapar de las garras de un asesino en serie para a los pocos meses ver cómo su hermana y compañera de piso es secuestrada en circunstancias similares. Por supuesto, nadie la cree, y la policía la persigue como si fuera el enemigo público número uno. Las pistas que deja el psicópata de turno para que consuma el reencuentro con la única víctima que se le resistió son propias de una gimcana organizada por boy-scouts de escasas luces. Heitor Dhalia no sabe sacarle partido al material que lleva entre manos. Al forzar la identificación con el personaje de Seyfreid pierde la oportunidad de que dudemos de su estado mental. Tiene todos los ingredientes a mano para convertir la historia en una nueva versión de «Caperucita y el lobo», pero la dirección es tan rutinaria y el guión tan penoso (la desaparición del detective encarnado por Wes Bentley es especialmente memorable) que ni el más bienintencionado psicólogo se atrevería a nombrar a Vladimir Propp en vano.