Nueva York
Claudio Bravo dejó herencia a Farah Diba por Jesús MARIÑAS
Su reciente muerte causó sorpresa, dolor y tributo a su pintura hiperrealista.
Aunque chileno de nacimiento, Claudio Bravo fue un personaje imprescindible de la mejor Marbella, hoy repleta de mujeres recauchutadas y aún más bronceadas de lo que en tiempos estuvo María Ángeles Gil. La actual alcaldesa popular tiene poco de relaciones públicas y hace añorar tiempos mejores –los de Gil y Gil–. Y no digamos de la época en la que Olivia Valere cada catorce de julio daba el pistoletazo para abrir «season» en la fiesta nacional francesa, que el jueves próximo se celebra en la embajada gala, relanzada por el jovial Brune Delaye en la fiesta urbana del verano. Es un embajador de los que ya no quedan, algo similar hace De la Iglesia en Nueva York como representante español de Naciones Unidas. Continúa y perpetúa al Chencho Arias que marcó historia en sus años como nuestro representante en el alto organismo.
Pero a lo que iba: sus íntimos añoran a Claudio, que fue retratista de Corte en lo mejor y más florido de la España franquista. Recuerdo sus retratos a carboncillo del actual monarca marroquí que descubrí en la casa que Adolfo de Velasco tenía en los jardines Majoralle de Marraquech. Era vecino de St. Laurent, que le pasaba la sal y algo más por los visitados jardines. Adolfo fue anticuario y apadrinó a Carmen Ordóñez en su último y desastroso matrimonio con Ernesto Neira. Exhibía orgulloso y en la mejor pared la obra regia de Bravo, hoy tan cotizada y buscada internacionalmente, al punto de que Ansorena subastará el próximo 19 de julio uno de sus tristones bodegones con madera que no responde a la mejor época.
Últimamente deslumbraba plasmando la riqueza de tapices y telas orientales de un colorido y perfección únicos, a ellos dedicó la mejor parte de sus obras casi póstumas. Nada hacía presagiar tan brutal fin. Claudio Bravo ha dejado emotivos legados póstumos: su hermana Pilia recibe lo mejor de la herencia; y un poco al aire agradecido que tuvo Adolfo de Velasco con alguno de sus servidores marroquíes, su mayor colaborador doméstico hereda alguna de las posesiones, mientras su residencia irá a la ex emperatriz persa Farah Diba. Fue una de sus mejores admiradoras, vecina y amiga entrañable.
Me cuentan que Farah no dejó de sorprenderse por lo inesperado del legado y que sin duda continuará el trabajo exhumador de Claudio Bravo con la esencia que representaba un Oriente inmediato que adoró. Ninguna como esta ex emperatriz que superó los ojos tristes de su predecesora Soraya –otra gran olvidada de Marbella, ¡con lo que hizo por ella la ciudad!– para continuar lo de Bravo.
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