Bolsa

El dedo acusador

La Razón
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A estas alturas de la película, quien no esté concienciado con la preservación del medioambiente y actúe en consecuencia es porque no le da la gana. Dicho lo cual, a ver si nuestros representantes se centran un poquito, están a lo que hay que estar y deciden dirigir su dedo acusador hacia quien realmente corresponda pedir cuentas. Ahora los dirigentes europeos barajan la posibilidad de prohibirnos el uso de las bolsas de plástico e imponernos un multa a modo de castigo si persistimos en su utilización, y lo hacen después de abroncar nuestra conducta con este tipo de material cuando lo que deberían hacer es ir a la raíz del problema.

A quien deberían censurar y multar es a las empresas que nos encasquetan las bolsas cuando acudimos a realizar nuestra compra y, por descontado, a los gobiernos que se lo permiten y que han olvidado que la cultura del reciclaje debe enseñarse en las escuelas desde muy temprana edad, como todo. Pero esa denuncia y esa prohibición les cuesta más.

Ya va siendo hora de que nuestros dirigentes sepan que no se puede asentar las bases de una sociedad a golpe de prohibiciones, sobre todo si éstas recaen siempre en el sujeto menos responsable porque, no nos engañemos, somos el último eslabón de esta cadena viciada. Ya está bien que la culpa y el peso de la responsabilidad recaiga siempre sobre la espalda del sufrido ciudadano que se harta de reciclar, aunque sólo sea por temor a una multa del alcalde de turno como sucede en Madrid. Que redireccionen el dedo acusador y que lo metan en otra herida, aunque les escueza más.