España

Ecofatiga: Hartos de reciclar

El alarmismo permanente sobre la responsabilidad ante el medio ambiente podría ser contraproducente 

Muchos ciudadanos están cansados de que la responsabilidad ambiental recaiga únicamente sobre ellos
Muchos ciudadanos están cansados de que la responsabilidad ambiental recaiga únicamente sobre elloslarazon

MADRID- «Reciclar es importante», «Recicla, cuida y protege el medio ambiente» o «Separar y reciclar está en tus manos», son sólo algunos de los numerosos eslóganes que escuchamos todos los días, y que están destinados a fomentar la reutilización de los residuos que generamos. Pero, ¿les hacemos realmente caso?, ¿o por el contrario estamos ya cansados del bombardeo masivo de mensajes apocalípticos al que nos vemos sometidos, en los que la supervivencia del planeta casi queda condicionada únicamente al buen hacer del ciudadano en cuanto a su capacidad de reciclaje? Más bien lo segundo, o al menos eso es lo que asegura José Antonio Corraliza, catedrático de Psicología Ambiental de la Universidad Autónoma de Madrid.

Saturación mental
«La proliferación de mensajes alarmistas apelando a la responsabilidad ecológica está provocando una saturación mental en la sociedad», señaló Corraliza a Efe. ¿El resultado? Una respuesta de carácter contrario al deseado por parte del ciudadano. «La población se desentiende del discurso persuasivo y rebaja su conciencia ambiental». Es lo que se conoce como «ecofatiga» o «cansancio ecológico».

La culpa, según el catedrático, recae en el erróneo discurso político y en las campañas de información ambiental. «Los políticos desplazan la responsabilidad a los ciudadanos, consiguiendo que la ecofatiga aflore en ellos como un exceso de hiperresponsabilización, y acaban por despreocuparse de los problemas del medio ambiente». En esta línea, la organización Ecologistas en Acción cree que «de lo que realmente están hartos los ciudadanos es de que se les responsabilice de la situación de colapso ambiental, cuando son verdaderamente las administraciones públicas y las grandes empresas las que tienen que tomar medidas» para asegurar la calidad ambiental. Para José Vicente Barcia, portavoz de los ecologistas, «la ecofatiga no es síntoma de cansancio de reciclar por parte de la población, sino del mensaje vacío y demagógico de las instituciones.

A pesar de este cansancio ecológico del que, a juicio de Corraliza, adolece nuestra sociedad, el catedrático reconoce que a los españoles «nos asustan, y mucho, los problemas ambientales en general, y la contaminación en particular». Pero también afirma que «las personas no pueden estar permanentemente con miedo», por lo que es preciso «controlar el uso de elementos alarmistas» en las campañas ambientales.

Pero además del hartazgo que provoca en la gente que las administraciones carguen sobre sus hombros el peso de problemas como el cambio climático o la destrucción de la biodiversidad, existen otros elementos que no ayudan en absoluto a combatir esa ecofatiga. «¿En qué cubo va esto?» es una las frases más repetidas entre aquellos que aún no han claudicado ante el engorro de tener que disponer de un cubo de basura para cada tipo de residuo o ante la dificultad de discernir qué va en qué cubo.

Tampoco ayuda la percepción que muchos ciudadanos tienen de que aunque ellos separen, no servirá de nada pues algo fallará en otro eslabón de la cadena. Esta sensación se ve alimentada por las noticias que alertan de fraude en el sistema de reciclaje. Así, un estudio llevado a cabo por la Organización de Consumidores y usuarios (OCU) sobre electrodomésticos y aparatos electrónicos revela que, aunque en el precio que pagamos está incluido el coste de su futuro reciclaje, en muchas ocasiones el consumidor paga por nada, pues estos productos no siempre se reciclan.

Si obviamos el hecho de que no es nada fácil deshacerse de estos aparatos, su destino tampoco deja demasiados motivos para alentar al reciclaje. En la mayoría de los casos, frigoríficos, lavadoras, televisores u ordenadores acaban en desguaces, chatarrerías o descampados, donde son despedazados directamente y sin control. No cabe duda de que pedir a los ciudadanos que se preocupen por reciclar, que lo paguen y que luego eso no sirva para nada, desmotiva y disuade sobremanera.

Algo parecido sucede con los residuos domésticos. Muchos municipios cobran ya impuestos por la recogida de basuras –ecotasa–, pero éste no siempre redunda en un mejor servicio. Algunos ciudadanos como Manuel González, se quejan de que, tras haber separado correctamente los residuos, luego descubren a los operarios de limpieza mezclando todo en el camión o en el contenedor, alegando falta de medios. «Yo ya no reciclo más», sentencia.

Los envases pueden valer dinero
Más de treinta países cuentan ya con un Sistema de Depósito, Devolución y Retorno. La idea consiste en la posibilidad de llevar los envases al lugar en el que se compraron, y recibir dinero a cambio. Se logra así dar una motivación al consumidor para que recicle. El modelo triunfa en países como Alemania, donde la tasa de recuperación de envases es el del 98,5 por ciento. La asociación Retorna reclama su implantación en España, alegando que sólo pagan los que no devuelven los envases. «El que contamina paga», afirman.

 

575 kg de basura por español
Los españoles generan un 9,7 por ciento más de basura que la media de la UE, y sólo reciclan un 14 por ciento de los residuos, frente al 23 por ciento del promedio comunitario, según datos de Eurostat.
Los servicios de limpieza de nuestro país recogieron en 2008 unos 575 kilos de basura por persona, lo que nos sitúa en el noveno puesto de la UE en cuanto a residuos generados.