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Estreno

Los inolvidables de César Vidal: «Fuenteovejuna»

La Razón
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Estoy casi seguro de que mi primer contacto con el drama de Lope de Vega lo tuve a través de la televisión. Ya se sabe –lo he contado hasta la saciedad– que en la época de mi infancia, en la televisión era imposible enterarse de qué zurriaga se acostaba con un torero o de qué hispanoamericano chuleaba a una española, pero, por el contrario, todos los lunes por la noche se podía ver una obra clásica de teatro.

Fuenteovejuna me causó una enorme impresión porque recogía todos los componentes de un tipo de drama que luego he visto una y otra vez reproducidos en géneros como el western. El déspota injusto que perpetra una arbitrariedad tras otra; la ovejuna sumisión de las víctimas; el chispazo terrible que provoca el incendio y, al fin y a la postre, la confrontación con el canalla y su eliminación. Hasta ahí llegan los paralelos y Alberti, militante convencido del PCE, realizó un montaje del drama lopesco que, precisamente, concluía con los lugareños de Fuenteovejuna asaltando el castillo del comendador. Sin embargo, esa lectura albertina retorcía y pervertía el sentido de la obra de Lope de Vega. Antiguo soldado del rey, partícipe en derrotas militares, sacerdote, Lope distaba mucho, muchísimo, de abogar por sublevaciones populares. Abominaba la conducta de los que prevalecían malévolamente sobre los demás, pero creía firmemente en la ley y el orden. Por eso, Fuenteovejuna no concluye con el asesinato del comendador. A decir verdad, lo que viene después es la acción de la justicia, el tormento de los campesinos, su firme resolución de acusarse en bloque antes que delatar a un culpable y la decisión regia de comprender lo que sólo podía ser excepcional.

En ésta, como en otras obras, Lope se manifestó como un monárquico convencido y oficialista que por no discutir la sociedad de su época no lo hacía ni en cuestiones de amor y lecho. Sin embargo, esa circunstancia no disminuye en absoluto el impacto que provoca Fuenteovejuna incluso a día de hoy. Es normal que así sea porque el abuso de poder siempre clama por justicia, venga de donde venga, pero, sobre todo, porque, prejuicios ideológicos aparte, se trata de una obra maestra.