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Asesinos de Colombia

La Razón
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Colombia es una gran nación. Sin duda, la más culta de nuestra vieja América. No se habla mejor español que en Colombia, y ese magisterio y precisión en la palabra no es tesoro exclusivo de las clases altas. En cualquier rincón colombiano un campesino puede moverse por el lenguaje del Siglo de Oro de la Literatura española. Colombia es el contrapunto civilizado y democrático de Venezuela, hoy deshabitada del sentido común. Y Colombia ha sido y es una nación incomprendida por la estúpida lejanía europea, con España inmersa en la estupidez. Claro, que aquí llevamos cuarenta años de terrorismo y todavía, en algúnos medios de comunicación británicos o norteamericanos se refieren a los criminales de la ETA como «revolucionarios vascos».
En Colombia pervive, cada día con menos fuerza, pero aún poderosísima, la banda más cruel y asesina del mundo. Las llamadas FARC, el narcoterrorismo en estado puro. Aquí, en España, muchos idiotas insisten en bautizar a sus salvajes componentes como «guerrilleros». La épica y el romanticismo de la guerrilla vistiendo a quienes no son otra cosa que repugnantes criminales. Es el triunfo de la perversión del lenguaje de las izquierdas europeas, que termina por contagiarse por la insistencia en la manipulación semántica.
La izquierda en España ve con muy buenos ojos a las FARC. No saben nada de ellas, ni les interesa, pero les sucede como en su postura con Israel y Hamás. Para la izquierda, tan poco evolucionada por su dogmatismo leninista, las FARC representan lo mismo que los terroristas palestinos de Hamás, es decir, el viento de la liberalización. Y Colombia, un Estado de Derecho ejemplar y libre, apenas merece la comprensión de quienes han decidido, por iniciativa propia, que son los concededores de bulas, los que determinan quién es el bueno y quién el malo, quiénes actúan con la razón y quiénes contra ella.
Se ha sabido que los criminales de las FARC han asesinado en la selva a cuatro de sus más antiguos rehenes. Cuatro secuestrados. Uno de ellos, con catorce años a sus espaldas de torturas y sufrimientos. Cuatro seres humanos que no han podido disfrutar y ver crecer a sus hijos, y que han vivido sometidos al capricho de los terroristas. Catorce años intentando mantener la esperanza para terminar con las manos atadas a la espalda y un disparo en la nuca. Así son «los guerrilleros románticos» de las FARC. El dolor, la cárcel verde, la libertad machacada de centenares de secuestrados por las FARC, apenas se consideran noticias de interés en Europa. Colombia ha combatido con una entereza admirable contra un ejército de asesinos que, amparados en un supuesto objetivo revolucionario, lleva décadas repartiendo el terror y la inhumanidad por todo el país. Han caído los principales monstruos, pero los asesinos organizados siempre tienen dispuesta la sucesión. El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, elogió como héroe revolucionario al canalla de Marulanda «Tirofijo», el fundador y jefe de las FARC, cuando se supo que había pasado a mejor vida, o mejor escrito, a peor muerte, porque los homínidos sangrientos no pueden descansar de sus atrocidades si no es en compañía de las ratas.
Colombia es la nación, insisto, más culta de América. Está habitada por la buena educación, la cortesía y el trabajo. Todavía hay grandes lagunas que separan los niveles sociales, pero nada tiene que ver esta Colombia pujante del siglo XXI con la de principios del XX. Y Colombia, a pesar de todo ello, es una nación de gentes admirables que sienten cada día la insufrible indiferencia de la puta Europa.