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Proteccionismo

La Razón
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El deporte español, salvo alguna disciplina elitista, tenis y golf, nunca tuvo vida propia. Después de la Guerra Civil hasta se obligó a clubes de fútbol a potenciar las secciones y bajo su protección crecieron atletismo, baloncesto o balonmano. Durante el franquismo, dado que en los presupuestos generales del Estado no había dotación para el deporte, los ingresos se basaron en las quinielas. Y en los clubes de fútbol. El problema de la dotación económica de las secciones de los clubes surgió cuando se profesionalizaron y se crearon competiciones a imagen y semejanza del fútbol con divisiones con cuantiosos gastos de desplazamiento, entre otros problemas. El auge de ciertas disciplinas, como el baloncesto, produjo anomalías como que en el Madrid Luyk ganaba tanto como Amancio.
Casi se ha convertido en escándalo que el presidente del Barcelona, Sandro Rosell, haya anunciado la rebaja en las dotaciones de las secciones del club. Todas son deficitarias y mantenerlas obliga a reducir inversiones en el fútbol, la teta de la que se alimentan.
Aunque algunos socios son contrarios a la medida, aunque a la masa le resultaría incomprensible que no se pudiera fichar a Cesc porque hay que pagar mejor a los baloncestistas, quienes, por cierto, son parte de la joya de la corona. Ya han ganado la Copa y llevan camino de conquistar la Liga. El Barça, sin duda, es un caso de excesivo proteccionismo. La crisis no da para gastar en los deportes minoritarios que están en cuestión. El rugby, con todos los respetos, aporta poco al orgullo azulgrana.
Posdata. La Masía también cuesta un riñón.