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El vicio de pedir
Ya se sabe que contra el vicio de pedir está la virtud de no dar, pero al inminente presidente del Gobierno le va a hacer falta una auténtica sobredosis de esa virtud. Los penúltimos en apuntarse a esta orgía petitoria han sido los chicos de ETA que, les recuerdo, no se han disuelto, ni han mostrado el más mínimo arrepentimiento por casi medio siglo de asesinatos y extorsiones. Se sienten legitimados para exigir que se reagrupen los presos en las cárceles del País Vasco desde que anunciaron, hace un par de meses, que iban a hacernos el favor de no ponernos bombas lapa en nuestros coches ni dispararnos en la nuca. En estos días en los que la gobernación del país se encuentra en tierra de nadie hemos visto cómo el diputado general de Guipúzcoa, Martín Garitano, se reunía con dos prófugos en Bayona y se permitía, mostrando una sonrisa cínica, negar que sea necesario el arrepentimiento para seguir con lo que los de Bildu, y no sólo ellos, llaman «el proceso». Hasta el siempre equívoco ex alcalde de San Sebastián, Odón Elorza, se permitía pedirle a Rajoy que haga un gesto con los presos antes de Navidad. Teniendo en cuenta que hasta el día 23 no puede reunirse el Gobierno que forme Mariano Rajoy sería bastante chocante que la primera decisión de un Ejecutivo que tiene que enfrentarse a una economía en ruinas fuese trasladar delincuentes para contentar a quienes tienen mucha prisa en hacernos olvidar cinco décadas de infamia. En este asunto del final del terrorismo, que no de los terroristas, es el momento de parar el balón y pensar muy bien cuáles son los siguientes pasos. Mientras la banda no se disuelva y mantenga las armas en su poder sería una afrenta a las víctimas, y a la inmensa mayoría de los ciudadanos, el iniciar un camino de nuevas concesiones cuando se ha permitido, saltándose a la torera la aún vigente ley de partidos, que ETA esté en las instituciones.
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