Italia

OPINIÓN: Del Sicab a Santa Cruz

La Razón
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Cuando aún resonaba en nuestros oídos el leve tintineo de las campanillas de las yeguas españolas del Sicab, tras contemplar el espectáculo ecuestre que anualmente organiza la Ancce, la ciudad nos tenía reservada una grata sorpresa. Dejando atrás la «turris fortissima», Mateos Gago arriba, en la calle con nombre de reina belga para gloria y honra del cante flamenco, nos esperaban unos excepcionales anfitriones: los cónsules de Italia. Con «il tricolore» de la bandera italiana sobre el balcón de Fabiola 10, José Carlos Ruiz-Berdejo y Clelia Muchetti nos abrieron las puertas del consulado para deleitarnos con una fantástica cena. La noche se sentía distinta en el barrio de Santa Cruz, por patios y rincones donde la magia parecía descender del cielo para envolver el ambiente de sensaciones únicas. Sobre todo, con las bulerías y con las sevillanas. Como las que bailaron Antonio, de Los del Río, o Enrique Miguel Rodríguez con María Rosa, entre los maravillosos cuadros de Clelia. Sus pinturas, de colores vivos, tienen una asombrosa fuerza vital. Cuadros de expresionismo abstracto que se convierten en poesía pura en las estancias de la casa. Las notas de la guitarra se confundían con el cromatismo de sus tablas pictóricas: el azul del Lago di Garda, el de las buganvillas de Brescia o matices que encierran la pasión y el embrujo de una Andalucía ancestral. La noche se colmó de arte en Santa Cruz. Profunda e intimista, como la pintura de Clelia. Su hospitalidad y su gusto gastronómico fueron insuperables. La distinción, la elegancia y la categoría humana de la familia Ruiz-Berdejo pusieron broche de oro a una inolvidable jornada en Sicab. El galope de los caballos de los centauros de la marisma culminó entre artísticos lienzos en un marco singular: el Consulado de Italia.