Presidencia del Gobierno
La rebelión de las corbatas
Es el origen del choque verbal entre Sebastián y Bono. No es sólo cuestión de protocolo, los estilistas afirman que la tendencia «gentleman» está de moda
José Bono y Miguel Sebastián han vuelto a echarse las manos al cuello. Al cuello de la camisa, claro. En términos shakespearianos, la cuestión trascendental aquí se resumiría en «llevar o no llevar corbata». El Congreso de los Diputados volvió a convertirse ayer en el escenario elegido por el presidente de la Cámara y el ministro de Industria para enzarzarse en su peculiar debate sobre protocolo y vestimenta. De un lado del ring, José Bono apuesta porque los diputados den ejemplo y se pongan corbata para asistir a los plenos. En la otra esquina del cuadrilátero, Miguel Sebastián se decanta por prescindir de este complemento como medida de ahorro energético. Dos pesos pesados enfrentados durante la sesión de control al Gobierno que, a pesar de ser la última antes de las vacaciones, no estuvo exenta de polémica.
La mecha para el rifirrafe la encendió el peneuvista José Ramón Beloki, cuando pidió a Sebastián que explicase la relación entre la renuncia al uso de la corbata y la eficiencia energética. El ministro, que avala el uso de looks más confortables en las épocas de calor, respondió que «millones de pequeños gestos consiguen grandes ahorros» y explicó que la medida permite reducir el gasto del aire acondicionado y ya se ha aplicado en gobiernos conservadores como el de Japón y el de Portugal. Sebastián remató su discurso lanzando una pregunta al hemiciclo: «¿Qué tiene de civilizado pasar calor en invierno y frío en verano?». Tras su intervención, Bono tomó la palabra para reprochar la actitud de su compañero de filas. El presidente de la Cámara expresó su agradecimiento a los diputados que sí acuden al Congreso con corbata «porque así me ayudan a poder mantener la disciplina de vestido con los ujieres, que están con chaqueta y corbata obligadamente, y si alguno no lo estuviera tendría la obligación de sancionarle». Y añadió que a veces hay que «dar ejemplo a aquellos a los que tenemos que mandar». Aunque la riña entre colegas se quedó en una simple anécdota –el propio Bono reconoció que había pedido disculpas a Miguel Sebastián mediante un SMS–, lo cierto es que ambos políticos han mantenido su postura: el ministro afirmó que seguirá yendo sin corbata «diga lo que diga» su compañero del PSOE, y Bono explicó que «él lleva razón en su materia y yo creo que en el asunto de las corbatas».
La dicotomía está asegurada y divide tanto a políticos como a expertos en decoro, modistos y celebridades. En la línea del presidente de la Cámara Baja se mueve Diego Zala, de la Escuela Internacional de Protocolo. «Es un complemento que da solemnidad y distinción. Lo adecuado es que los diputados lleven corbata, aunque es cierto que el protocolo del Congreso no establece ninguna norma que les obligue a ponérsela, creo que va en el cargo de ministro parecer un ministro», comenta.
Más allá de los usos y costumbres, la cuestión de fondo es averiguar si se está produciendo un rechazo al «relajamiento» de los estilos para volver a las fórmulas clásicas. El estilista Vicente Blanco lo tiene claro:«Está de moda la estética ‘‘gentleman''. Antes costaba encontrar en las tiendas este tipo de prendas y ahora hay muchas corbatas y pajaritas. Se ha instalado como tendencia en el mundo masculino». Eso sí, en el duelo Bono-Sebastián se decanta por el segundo: «La elegancia no la da la corbata, sino la persona y sus principios. Además, creo que el ministro estaba bien vestido, no llevaba un look playero, iba con traje y camisa», explica. En esta misma línea se mueve el cocinero Sergi Arola: «Me gustaría que a los políticos se les juzgara no por su apariencia, sino por su responsabilidad». Pero a Bono tampoco le faltan respaldos. La directora de Concep2all, Fiona Ferrer, asegura que «en el Parlamento están representando a nuestro país y a veces se pierden las formas». Asimismo añade que la corbata es un «elemento de distinción» que «no debe ni puede desaparcer». El productor teatral Alain Cornejo admite que las formas se han distendido y que «hoy en día somos más prácticos, nos limitamos a hacer en cada momento lo que nos conviene más». De hecho, para demostrar que los modos del buen caballero no están reñidos con el uso de la corbata Josep Pons, director de la Orquesta Nacional de España, asegura que se la pone «solamente cuando dirijo».
Para gustos, las corbatas
Hay una advertencia clara: en el mundo de la corbata no todo es válido si hay que amoldarse a las exigencias del decoro. Para Ferrer «las estrechas no son elegantes» y explica que el objetivo es combinarlas de forma adecuada y que la apariencia no sea «rancia». Diego Zala apuesta por colores lisos «que no llamen la atención». Asimismo, el director del patronato del Teatro Real, Gregorio Marañón, defiende la coherencia con el prójimo: «Siempre digo lo siguiente: ten en cuenta cómo van vestidos los músicos y obra en consecuencia. Creo que no cuesta nada corresponderles». Un discurso que avala el paradigma de la elegancia masculina en nuestro país, Arturo Fernández: «Estoy a favor del buen gusto y de intentar vestir bien como forma de respeto a uno mismo y a los demás». Con todo, parece que en las corbatas, como en la propia vida, todo es cuestión de escoger. Todo, claro está, vigilando que el nudo no apriete demasiado.
1. El nacimiento
Hay bastante consenso en los manuales para situar el origen de las corbatas en 1660. Por estas fechas, los oficiales del regimiento croata lucían unos pañuelos en el cuello que prendaron a Luis XIV. La pasión del monarca por este complemento fue tal que ordenó a su regimiento real que lo luciera, eso sí, con la insigna del rey grabada. A esta unidad, se le llamó «Royal Cravatte».
2. Ojo con las combinaciones
No existe un decálogo oficial sobre su uso, pero el «Manual del perfecto caballero», de López-Galiacho, recoge algunas pautas básicas. Si se combina una camisa y una corbata lisas, la corbata debe ser más oscura. Si la camisa es de rayas, la corbata debe ser lisa y más oscura o de rayas con un tamaño diferente a las de la camisa. Lasmás difíciles de combinar son las camisas de cuadros: el color que predomine no puede ser el mismo que el de la camisa.
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