Navarra

Toros en el País Vasco

La Razón
La RazónLa Razón

El brazo político de ETA ha decidido abrir un nuevo frente agresivo de «limpieza ideológica» al promover la prohibición de los toros en diversas localidades y ciudades vascas, sobre todo en las que gobiernan o tienen capacidad de coacción. De momento se han centrado en Vitoria y San Sebastián, aunque ya han logrado prohibirlos en Tolosa. En otras poblaciones de menor tamaño, como Cestona, se han topado con la frontal oposición de los ciudadanos. En buena lógica también deberían instar a cerrar las plazas de Bilbao, que es una de las más importantes de España, y la de Pamplona, lo que supondría la desaparición de los encierros. Es decir, que todo apunta a que Bildu-Sortu y ese oscuro conglomerado que gira en torno a la banda terrorista quiere reeditar en el País Vasco y Navarra la operación del nacionalismo catalán, que con un planteamiento hipócrita prohibió las corridas de toros pero no los llamados «correbous», festejo primitivo en el que los lugareños se ensañan con el animal de diversas maneras. Para los nacionalistas y soberanistas, secundados por asociaciones de «defensa de los animales», el toreo a pie es sinónimo de crueldad, mientras que asaetear a una vaquilla o cubrir sus pitones con brea ardiente son expresiones de la «tradicción popular» que debe preservarse por ley, como en efecto han hecho. Por tanto, los independentistas vascos siguen el guión de sus iguales catalanes y enmascaran su propósito de proscribir toda connotación española en los festejos, ya sea invocando los «derechos» del toro o con argumentos económicos. A esto último se agarra el alcalde de San Sebastián para reconvertir el coso donostiarra en una cancha de baloncesto. Izagirre sostiene que mantener la plaza le cuesta a las arcas municipales unos 400.000 euros al año. Aunque fuera cierto ese déficit, que no lo es como ha demostrado la empresa concesionaria, la solución no es suprimir las corridas, sino incrementar las tasas. Si la fiesta de los toros tiene un fuerte tirón en la ciudad y en toda Guipúzcoa, donde este año se han celebrado 128 festejos (el 56% del total del País Vasco), el deber de un buen alcalde no es prohibirla por motivos dinerarios, sino hacerla rentable. Pero es evidente que se trata de una burda excusa, tan fácil de desmontar con datos irrebatibles, como que el cartel de la Semana Grande de 2011 reportó a la ciudad más de ocho millones de euros, además de mantener tres mil puestos de trabajo. Por lo demás, a nadie debería sorprender esta nueva estrategia populista de los batasunos, cuyo objetivo es dirigir el debate social y político mientras los demás partidos miran absortos desde el burladero. Resulta llamativo que ni PNV ni PSE hayan salido al paso en defensa de unos festejos de tanto arraigo en su tierra, como si su pervivencia les trajera sin cuidado.