Argentina
Y el final
Nuevos indicios de algo tan grave y tan execrable como que un país acoja y adiestre asesinos han tenido reacciones muy lentas y decepcionantes para quienes llevan años luchando contra el terrorismo. Miembros de ETA han confesado algo que ya se intuía, pero una acusación personal a un miembro del Gobierno venezolano confirma sospechas detestables que nos hacen temblar. Ya en la década de los ochenta se investigó la presencia de etarras en Argentina, Cuba, México y Venezuela, porque sabían que existían allí grupos similares e incluso que vivían integrados en empresas vinculadas, por ejemplo, a la gastronomía. Cuando Francia comenzó a colaborar con España en la lucha antiterrorista, dejó de ser santuario de etarras y fueron países iberoamericanos sus nuevos refugios. ¿Cómo no pensar que allí estuvieran amparados como exiliados políticos incluso? Qué impotencia y qué soledad han tenido que sentir efectivos de las fuerzas y cuerpos de nuestra seguridad al comprobar que se da más credibilidad al país donde hasta hay vídeos que confirman que adiestran a terroristas. Lo alarmante es que sea un miembro del Gobierno venezolano quien lleve a cabo tan monstruosa labor. Y la respuesta de investigar a ese miembro ha sido tan lenta que la sociedad, además de desamparada, está dolida con una realidad que nos pone los pelos de punta y da una desgarradora respuesta a la eterna pregunta: ¿por qué no se acaba el terrorismo?
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