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La reina del mercado del arte

La reina del mercado del arte
La reina del mercado del artelarazon

Les suenan Picasso, Van Gogh o Pollock? Pues ya pueden ir olvidando sus nombres y aprenderse estos nuevos: Qi Baishi, Zhang Daqian y Andy Warhol. Se trata de los artistas cuya obra factura más dinero en las subastas de arte. Y entonces, ¿qué pasa con Picasso? Tras 17 años en lo más alto del pódium, desde 1989, en 2011 no mereció ni un triste bronce.

¿Quién es el reponsable de este nuevo panteón artístico? El mercado asiático. Si en 1989 cayó el Muro de Berlín y el mundo político dejó de ser bipolar, en ese preciso momento, gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación y a la globalización, el mercado artístico pasó de ser un dominio meramente occidental a dividirse entre Oriente y Occidente, el imperio pujante y el decadente.

Oriente ha pasado, en 20 años, del cero al cuarenta por ciento del mercado mundial artístico. Por eso, el último número de la revista «Art News», enumerando los principales 200 coleccionistas de arte, es sospechoso: la inmensa mayoría son norteamericanos, seguidos de muy lejos por franceses, mexicanos, alemanes, suizos y, agárrense... ¡griegos! Tan sólo 12 asiáticos: dos rusos, dos de Hong Kong, dos de Taiwán, dos de Turquía, dos de Japón, uno de Corea de Sur y uno de Qatar.

Vayamos a Qatar. Ya no hay alfombras mágicas, pero los petrodólares son más efectivos. Si en China se subastaron 1.128 obras de Zhang Daqian por un monto de 550 millones de dólares, y 1.340 de Qi Baishi por 510 millones más, Qatar pagó 250 millones de dólares por un sólo óleo de Cézanne subastado hace unos meses. «Jugadores de cartas», propiedad de George Embiricos, era la obra de arte más importante en manos privadas. Por ella pujaron los marchantes Larry Gagosian y Willian Acquavella, pero su adquisición era una cuestión de Estado.

Qatar «sufre» la concentración de millonarios más grande del mundo, después de Singapur y Suiza, pero ningún qatarí puede rivalizar en fortuna con la familia real, los Al-Thani, empeñados en culturizar el Emirato a base de talonario. El petróleo manda, el arte ennoblece.

Hamad bin Khalifa Al Thani es el jefe de Estado del emirato, y su segunda esposa, Sheika Mozah bin Nasser Al-Misnad dirige la Fundación Qatar. Mozah ejerce de primera dama y es el «cerebro gris» tras este curioso modelo de «estado cultural». Para hacerse con el Cézanne, contrató al triunvirato G. P. S., formado por un descendiente del pintor impressionista Pissarro –Lionel–, el marchante Philippe Segalot –conseguidor, también, del coleccionista François Pinault– y Guy Bennett, anteriormente director de impresionismo y arte moderno en Christie's.

Mozah inspiró la apertura, en 2008, del Museo de Arte Islámico, un edificio impresionante del arquitecto I. M. Pei. En 2010, inauguró el Museo Árabe de Arte Moderno. Y el Museo Nacional de Qatar, cerrado por renovación a cargo del arquitecto estrella Jean Nouvel, reabrirá en 2014. Es en este espacio donde podremos admirar el Cézanne recién adquirido, junto a obras famosas de Rothko, Warhol, Damien Hirst, Koons, Schnabel y todo lo que se vaya incorporando hasta la fecha.

Porque si Qatar compra, también obliga a los vendedores a cláusulas de confidencialidad. No se sabe muy bien cuál es la colección estatal, pero más difícil es todavía calcular el monto económico de ésta. Tan sólo con el precio del último Cézanne, Qatar podría haber rescatado Spanair, como se pensó en un momento. Pero la compañía aérea con base en Barcelona no interesó, y ahora tendremos que ir a descubrir su arte en Qatar Airways...

Gigantescas retrospectivas
Es curioso que en la lista de los coleccionistas más poderosos publicada por «Art News» todavía aparezca el antiguo ministro de cultura qatarí, Sheikh Saud Al-Thani. Éste, después de gastarse más de 15 millones de libras en arte islámico, cayó en desgracia en 2005, y actualmente se halla en arresto domiciliario acusado de malversación de fondos públicos. Por contra, no aparece en la lista Mozah, aunque sí su hija. Si Qatar acaba entrando en el «Grand Tour» artístico mundial se lo deberemos a ella, y a las gigantescas retrospectivas organizadas sobre artistas tan glamourosos como Richard Serra, Louise Bourgeois o Takashi Murakami. En marzo, el talonario volverá a sonar con motivo de un impreciso Global Art Forum que atraerá turistas, comisarios y patronos de los principales museos del mundo.

Y, en el momento que Qatar lo decida, hará saltar la «banca» del arte. Otra vez. Occidente está en venta y, del mismo modo que hicieron los norteamericanos a principios del siglo XX, los países del Golfo Pérsico realizan acopio de arte para, quién sabe cuándo, engrosar la nómina de artistas islámicos contemporáneos e imponer sus Rothko, Pollock y compañía. El nuevo modelo económico no es comunista ni capitalista liberal. Es el capitalismo de estado, con algún pequeño barniz democrático. Dubai, Abu Dhabi y Qatar han apostado por el turismo cultural. China todavía esconde sus cartas.

En la lista de «Art News» no aparece ningún coleccionista chino. Pero Poly International y China Guardian son las principales casas de subastas de Pekín, y ya se acercan a la facturación de Christie's y Sotheby's. Wang Yannan, CEO de China Guardian, es hija del antiguo primer ministro chino Zhao Ziyang, y obtuvo uno de los récords en subasta del año pasado: 65 millones de dólares por una pintura tradicional de Qi Baishi.

¿Puede alguien considerar que los maestros impresionistas eran frívolos o técnicamente impresentables a los ojos de un francés de 1870? El marchante Paul Durand-Ruel afirmaba que «mientras los franceses todavía ríen, los norteamericanos compran». ¿Podríamos, pues, hallar paralelismos entre Monet, Pissarro o Renoir y Jeff Koons, Damien Hirst o Julian Schnabel? Picasso mismo, tras su período rosa, y ya siendo un pintor estimado por público y coleccionistas, tuvo que esperar varios años para mostrar su obra cubista, porque sus marchantes no se atrevían. Incluso el célebre óleo «Las Señoritas de Aviñón» tardó más de treinta años en ser vendido a un coleccionista –no digamos ya en ser mostrado al público– porque los propios amigos de Picasso encontraban la obra horrible.

Industria del lujo
 ¿Cómo amasaron su fortuna y a qué se dedican los principales coleccionistas de arte nacidos al amparo de la globalización? No olvidemos el empuje de la segunda revolución industrial en la creación de las fortunas y las subsiguientes colecciones de arte de los Rockefeller, Clark, Rotschild, etc. Ni el alcance de nuestra enésima revolución tecnológica mundializada. No hay tantas diferencias.

Repasemos las actividades económicas de diez de los principales coleccionistas. Sin olvidar que Francia sólo ocupa un 4 por ciento del mercado mundial del arte, dos magnates del lujo se reparten lo mejor de su coleccionismo: Hélène y Bernard Arnault –LVMH– y François Pinault –PPR y Christie's–. Suiza, gran refugio del dinero opaco internacional, acoge también dos grandes coleccionistas: el joyero Laurence Graff y el armador de origen griego Philip S. Niarchos. El banquero turco Halit Cingillioglu cierra la lista europea.

Por contra, Estados Unidos tiene cuatro grandes coleccionistas en el «Top Ten»: Debra y Leon Black, que amasaron su colección gracias a la banca de inversiones; Edythe L. Y. Eli Broad, ya retirados de los servicios financieros e inmobiliarios –grandes amantes del Pop Art–; Alexandra y Steven A. Cohen, dueños y señores de uno de los fondos de inversión libre –Hedge Funds–, nacidos al amparo de las políticas desreguladoras de Reagan; y Emily y Mitchell Rales, antiguo director de Danaher Corporation.

 

Arte y dinero, el mismo juego
¿Cuál sería el perfil del nuevo coleccionista de arte nacido al amparo de la globalización? Veamos algunos ejemplos.

Roman Abramovich, crecido al amparo del mercado negro, propietario del club de futbol Chelsea, novena fortuna rusa y uno de los coleccionistas de arte más importantes. Incluso fue caricaturizado como tal en el filme de Guy Richie «RocknRolla». Frank J. Fertitta III y Lorenzo Fertitta. Dueños de casinos en Las Vegas –actualmente en bancarrota- y propietarios de la franquicia de lucha UFC. Joseph Lau, propietario inmobiliario de Hong Kong. Está obsesionado con la obra de Andy Warhol, aunque en 2007 pagó 40 millones de dólares por un Gaughin. Steve Wynn es también dueño de casinos en Las Vegas, pero tiene más clase que los Fertitta. Fundó el Mirage, el Treasure Island y el Bellaggio y ahora domina el juego en Macao. Prefiere a los maestros antiguos, como Rembrandt y Turner, porque son valores seguros y nunca cuestan más de 35 millones de dólares.