Libros

Lorca

Color esperanza por José Clemente

La Razón
La RazónLa Razón

Lorca fue protagonista mundial hace un año por una desgracia, un chasquido letal de la naturaleza que desordenó el ritmo de sus gentes y pobló de claroscuros sus vidas. Ayer volvía a serlo de nuevo al convertirse en el epicentro de una triste efeméride sobre sí misma, y como entonces, la niebla del recuerdo regresó a nuestras retinas en una mirada atrás que en nada colmaba nuestros deseos de lo que fue y lo que sigue siendo. Los españoles somos muy dados a conmemorar las desgracias, aunque no aprendamos de ellas como bien nos recordaba el ilustre murciano de Algezares, Diego Saavedra Fajardo, al afirmar que tenemos por rigor y castigo la adversidad y no conocemos que es advertimiento y enseñanza. Lorca debió movilizarse mucho antes que ayer, cuando el presidente de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, Ramón Luis Valcárcel, y su alcalde, Francisco Jódar, pidieron un plan especial para reconstruir la capital del Valle del Guadalentín de igual modo que el llamado «plan Prestige», porque hoy las cosas serían bien distintas. Y debió hacerlo para tomarle la palabra a quien había prometido no olvidarse de Lorca en cuanto se fueran las cámaras de televisión, y a todos cuantos esos días llegaron a la Ciudad del Sol con la sola idea de hacerse una foto para la campaña electoral que acababa de empezar y la que siguió después hasta el 20-N.

Pero las cosas rodaron de manera bien distinta, pues Zapatero dimitió y dejó el problema a sus sucesores, quienes a su vez entraron en plena vorágine por hacerse con la secretaría general del PSOE y, poco después, en la campaña por las generales. Todos se olvidaron de Lorca, menos los murcianos y sus políticos que, sin apenas capacidad decisoria, poco podían hacer que no fuera acelerar los planes sin fondos económicos en los que estaban atrapados. Desde el Gobierno central se tejió una telaraña legislativa cuyo único resultado fue paralizar, más de lo que ya lo estaba, la ciudad de Lorca, hasta el extremo de que las ayudas solidarias llegaron a ser superiores a las entregadas por el Gobierno de la nación. Fue entonces el momento clave para presionar a los gobernantes, para apoyar al presidente murciano en su demanda de un «plan Prestige», que supuso que la costa gallega anegada de chapapote quedara como una patena en sólo cuatro meses y, encima, sobrara dinero para que los del «Nunca mais» se metieran entre pecho y espalda varias mariscadas.

Pero sucedió lo contrario. Ocurrió que en lugar de «todos a una», del «Lorca somos todos», el Gobierno regional quedó orillado y sin recursos económicos (recuérdese que el plan de ajuste se había aprobado seis meses antes en la Asamblea de Cartagena) y que, quien tenía capacidad para afrontar esa emergencia no era otro que el Gobierno del PSOE, que se dedicó a sus luchas intestinas, la sucesión de Zapatero, las ayudas a los sindicatos y a todas aquellas plataformas de amigotes como los cineastas españoles y los gobiernos de Argentina, Bolivia, Ecuador, Cuba y Venezuela. Para ellos sí hubo fondos, pero para la Lorca del PP ni el pan, ni la sal. Y los males no quedaron sólo en eso, pues paralelamente se urdió esa madeja legislativa que citaba antes y que hizo imposible que las escasas ayudas existentes llegaran a tiempo a los afectados, muchos de los cuales siguen en la calle o en viviendas con escasas garantías de habitabilidad.

Y en pleno aniversario del fatídico seísmo del 11 de mayo de 2011 a alguien se le ha encendido la luz, porque se puede decir más alto, con otras palabras, de modo distinto, pero no tan claro y cristalino como lo ha hecho el alcalde de Lorca, Francisco Jódar, cuando ha admitido que «la experiencia de los terremotos nos ha enseñado –como decía Saavedra Fajardo-, que la legislación urbanística española, de actuación ante este tipo de emergencias o de indemnizaciones, sirviera para situaciones de normalidad, no de excepcionalidad». Pero Valcárcel sí tuvo esa visión al proponer, rodeado aún de cascotes, un «plan Prestige» que hubiera acelerado las actuaciones previstas por encima de las cicaterías políticas que nos han llevado al día de hoy.

Aún así, Lorca habrá recibido antes de que concluya este mes 230 millones del nuevo Plan Especial desarrollado por los gobiernos de Rajoy y Valcárcel, que sumados a los casi 500 del Consorcio de Seguros superan el tercio de las ayudas totales que deberán llegar a la Ciudad del Sol para que su reconstrucción deje de ser una quimera. De ahí el plan de reindustrialización aprobado ayer, las ayudas al pequeño comercio, la conclusión de los colegios y la apertura de los hospitales dañados por el terremoto. En adelante faltará que sigamos volcándonos con Lorca, que sus restaurantes se llenen, que sus gentes se olviden del dolor y miren el «futuro con color esperanza». Faltará que su parador (en la imagen junto a la Fortaleza del Sol) vuelva a ser un reclamo turístico, como su Semana Santa, como se lo merecen, que es lo que deseamos todos en LA RAZÓN. Y por mi parte, agradecer a mi pequeño equipo el año entero que han vivido y seguiremos viviendo volcados con Lorca, apuntalando la fortaleza de sus gentes que fueron y son de primera. Y no olviden, como nos decía Renan, que los golpes de la adversidad son muy amargos, pero nunca estériles.