Mónaco
El Atlético da una lección de humildad al Inter y gana la Supercopa
El Atlético de Madrid ha ganado la Supercopa de Europa tras imponerse al Inter de Milán por 2-0, con goles de Reyes y Agüero. Los rojiblancos han sido muy superiores al conjunto italiano, que se ha mostrado muy timorato.
El Atlético se coronó en Mónaco. Y lo hizo a lo grande ante un Inter que acabó rendido a la superioridad rojiblanca, que no se pareció en nada al de Mourinho y que vio cómo Reyes y Agüero devolvían la grandeza a un equipo que fue mejor, que controló siempre al rival y que logra un doblete europeo para entrar en la historia.
Así es el Atlético. Las apuestas estaban con el todopoderoso Inter, el flamante campeón de Europa, pero los de Quique, con un sistema perfecto, con una concentración encomiable y con unas ganas terribles voltearon los pronósticos y minimizaron a jugadores de la categoría de Maicon, Sneijder, Etoo, Diego Milito y Zanetti.
Fue el Atlético de las grandes ocasiones, el que renace cuando parece hundido y el que demostró que con un buen planteamiento, con una gran disciplina táctica y con delanteros de categoría se puede plantar cara a cualquiera. Minimizó a todo un Inter y puso la guinda con la espléndida intervención de De Gea en el penalti que le lanzó Diego Milito cuando los de Benítez trataban de acortar distancias y buscar con un juego directo lo que no pudieron hacer con el balón.
Porque fue el Atlético mejor con la pelota y en todas esas facetas del juego que quieren los entrenadores. Quique, un diez a su pizarra, sorprendió con la inclusión de Domínguez como lateral izquierdo y acertó. Fue Perea compañero de Godín, el único de los nuevos en el equipo titular, en el eje de la defensa con Ujfalusi en la derecha. Y desde la buena defensa que se comió a Etoo, excesivamente escorado a la izquierda, y Diego Milito, la excelente presión de Assunçao y Raúl García sobre Sneijder y Cambiasso y la calidad de los mosqueteros Reyes, Simão, Forlán y Agüero, fraguó un triunfo ganado a pulso. Con paciencia, sin descomponerse en el arreón inicial de los interistas y con el convencimiento de que alguna oportunidad había para doblarle las manos a Julio César. Y fue Reyes el primero que lo hizo tras una buena pared con Agüero. Para entonces ya se había quitado los miedos, se había dado cuenta de que el Inter estaba justito de gasolina –los de Benítez nunca estuvieron cómodos en el campo– y que el partido tomaba color rojiblanco, mientras la grada botaba. Había avisado ya Reyes al meta brasileño, mientras inédito estaba De Gea en la portería de enfrente, que sólo había saltado a por un par de balones aéreos.
La primera parte fue más igualada, pero en su tramo final ya avisó el Atlético y dio buenas sensaciones. Con el tanto del utrerano fue ya todo más sencillo. El Inter se desesperaba, no tenía la pelota, no encontraba los huecos para romper la defensa y se moría en su impotencia.
Era sólido y convincente el Atlético. Nadie bajaba la guardia y mantenía el sistema, con el aliciente, además, de jugar más cerca de la portería interista. Retiró Quique a Reyes y entró Fran Mérida, un valor en alza. Como la pelota era rojiblanca no sufría y fue Benítez el que recurrió al pinturero Coutinho, quien entró por el irregular Sneijder, que terminó aburrido por la presión que ejercieron sobre él Raúl García y Assunçao.
No pasó nada con el cambio. Al revés, llegó el segundo. Simão hizo un ocho a Lucio, que no fue tan fiero como en otras ocasiones, y le puso un balón que Agüero solamente tuvo que empujar. La cara de Benítez, que trata de cambiar el sistema de Mourinho, era un poema.
Unos metros más allá Quique pedía paciencia y tranquilidad a los suyos. Que siguieran con la misma intensidad, que no hubiera despistes y por esa vía llegaron otras ocasiones.
El epílogo lo puso De Gea con su paradón en el penalti para que el Atlético no se pusiera la cara de sufrimiento con la que acostumbra. En las gradas comenzaba la fiesta y en el césped se constataba que el equipo había sido superior al Inter. En el aspecto físico, en el anímico, en los conceptos del juego y en remate. El Inter está harto de títulos y el Atlético tiene hambre. El hambre de un equipo que quiere codearse con los mejores y que aspira a ser considerado en el continente. Ahora mismo es el mejor equipo de Europa después de un partido redondo en una noche histórica. Lograr un doblete en pocos meses no está al alcance de todos. Ayer se coronó y vivió su día de gloria.
Quinto español que gana el título
El Atlético se convirtió en el quinto equipo español que gana la Supercopa de Europa. Tres veces lo había conseguido el Barcelona, dos el Valencia, una el Real Madrid y otra el Sevilla. Era uno de los pocos títulos que faltaba en las vitrinas rojiblancas. El único que se le resiste es la Liga de Campeones.
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