Historia

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Puedo prometer por Ángela Vallvey

La Razón
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Se dice que Santiago Rusiñol acompañaba a su hermano Alberto en sus viajes electorales. Alberto, en 1890, se presentaba a candidato por el distrito de Vich, como liberal sagastino.
Llegaron a un pueblo y, enardecido, como haría un buen político de gira mitinera, les gritó a los lugareños: «¡Prometo que si ganamos os haré un puente!». Los aldeanos serían gente sencilla, pero no eran idiotas: le respondieron que para qué querían un puente, si no tenían río. Y don Santiago, que era de ánimo y temple despejados, no se cortó un pelo al responder: «¡Pues os haré un río!».
Con gran facundia electoral se dirigía a la concurrencia, que abarrotaba la sala en otra población. «Nunca hemos faltado a nuestra palabra, y mi hermano os promete que os haremos un puente. ¿Tenéis ya río?», lo preguntaba un poco mosqueado, para que no le salieran con las mismas de otras veces. «¡¡Siií!!», le respondían los paisanos. «Pues, para que veáis, os daré a elegir: ¿queréis que el puente venga de un lado para otro, o en honor de un pueblo tan magnífico, queréis que os lo construya para que venga en el mismo sentido, hacia un lado sólo…?». La gente, cabreadísima, recibía la propuesta con «largos silbidos y calificativos retumbantes», pero es que, en ausencia de su hermano, don Santiago sacaba adelante los mítines como podía. Hasta prometió que haría una carretera, y como ya había una hecha, aseguró: «Tenéis la de ida, pero yo os haré la de vuelta».
Ha llovido desde entonces pero, en España, la política sigue siendo eso: prometer que prometo. Carreteras sólo de vuelta, aeropuertos sin ida ni vuelta, y puentes sobre ríos turbulentos que aún no han nacido. Por infraestructuras, que no sea.