Cataluña
A mi amigo David por José María Fuster-Fabra
Llevo más de veinte años defendiendo policías sin distinción de uniformes ni de grados. En todo este tiempo, he defendido desde generales hasta números de la Guardia Civil, desde jefes superiores hasta policías de la escala básica y a mossos de la más variadas graduaciones.
Si algo tienen en común todos ellos –mucho más de lo que la gente se supone– es que desprecian la utilización partidista del uniforme que visten. Ellos son policías, cada uno con sus características al servicio de la ciudadanía.
Muchos políticos de los más variados colores y los más variados estamentos tienen la puñetera manía de tratar de utilizarlos para sus intereses particulares. Posteriormente cuando se organiza un follón o hay problemas con los jueces los políticos, primero se preocupan de salvar su hermoso trasero y luego se olvidan del policía al que han utilizado.
Sobran declaraciones demagógicas, llenarse la boca para dar titulares partidistas, intereses para enfrentar a unos policías con otros. Ahora lo que faltan son medios y sueldos dignos y que se reconozca, de verdad y sin matices, el esfuerzo y sacrificio de aquellos cuyo mínimo error se expone sin pudor a la opinión pública y luego se les deja tirados a su suerte.
En estos momentos tan delicamos que estamos viviendo, mucho tendrían que aprender los políticos de los policías de este país. Pónganle el nombre que quieran al país porque, le pongan el que le pongan, lo forman ciudadanos a los que ellos defienden a veces. Muchas veces ese sacrificio lo hacen a costa de su vida y otras de su libertad. Eso es algo que no se puede olvidar.
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