Barcelona

El grito de la libertad

La Razón
La RazónLa Razón

El pasado domingo Barcelona tenía lugar y fecha elegida en el calendario. Era el día José Tomás. Se sabía hasta en las puertas del cielo. El «no hay billetes» estaba asegurado y un río de gente en los alrededores, como siempre que se anuncia el torero de Galapagar. El monstruo no pudo acudir convaleciente aún de las graves heridas de héroe que sufrió en el mes de abril en México. Pero la Fiesta en Barcelona estuvo viva, vivísima a pesar de las elevadas temperaturas.

El Fundi, El Juli y Manzanares hicieron las delicias de más de trece mil personas en los tendidos, a pocos días de la votación final en el Parlamento catalán. A pocos días de que el futuro de muchos recaiga en las manos de unos pocos. Contra ello se desgarraban las gargantas a voces. Gritos a la incoherencia. Gritos que apelaban a la «libertad». La libertad de ir a los toros. ¿Cuántos espectáculos reunirían a más de trece mil personas en Barcelona? Muchos de ellos suplicaban, de susurro al grito, que se dejara de una vez el debate identitario a un lado y que permanezca la libertad de ir a ver una corrida de toros. O no. Que la libertad de no ir ha estado de siempre y por siempre en todas las decisiones.

Hace mucho tiempo que empezó la cuenta atrás para la Fiesta de los toros y ayer PSC anunció su libertad de voto para el día 28, lo que ya nos pone en la punta del iceberg. Un abismo absurdo al que nos han arrastrado.

Y todos sabemos que no hay debate, que el animal no importa, que la imposición, el ánimo de romper con la tradición, lo español, es lo «chic». Robar las raíces. ¿Cuál será el próximo debate? ¿Qué les chirriará mañana?