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Jamás compraré unos Geox

La Razón
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La pareja (Helen «Lee Curtis» y Harry «Schwarzenegger») ha desaparecido de Madrid sin dejar rastro. Misión peliaguda. Antes de partir rumbo a lo desconocido me dejaron un mensaje: «Tenemos que contarte algo muy gordo de Sandro Rosell». Todo no va a ser zumbar a Mourinho. Su ausencia me permite hacer más vida social. El lunes pasado comí con Juan José Cobo, el último ganador de la Vuelta. Un tipo extraordinario, sencillo, jovial. Uno de los diez mejores ciclistas de la actualidad en grandes pruebas por etapas. Me contaba que tenía una oferta del Geox por dos años y otra del Movistar. «La del Movistar me halaga porque me la hace como vencedor de la Vuelta; la del Geox es por mis puntos», reflexionaba. Valoraba, no obstante, la oferta económica. Muy razonable en un deportista de élite que no llegaba a los 100.000 euros anuales. Los italianos se lo multiplicaban por nueve. Discutía todavía el martes algunas condiciones del contrato; por ejemplo, una penalización de un millón de euros si daba positivo. Se reía: «¡Si no lo he ganado en ocho años de profesional!». Hablamos también de la cláusula leonina de la UCI –que se queda con el 70% del contrato de un ciclista que da positivo– y de sus viejas y superadas depresiones: «Me encerré en mí mismo, no salía de casa y odiaba la bicicleta». Fue antes de ganar la Vuelta. Le trató un psicólogo, en el que no creía, convencido de que sólo él arreglaría el desaguisado de su cabeza. El miércoles firmó y el jueves Geox, que invierte 27 millones en la F-1, le dejó tirado, a él y a 40 familias más, sin un aviso. Jamás compraré unos Geox.