Huelgas
De la presión al descalabro
Ante todo, juego limpio. Mientras surgen dudas en la gestión de la seguridad del tránsito aéreo, se pone a toda la sociedad en contra de un colectivo pequeño pero con grandísimas responsabilidades a su cargo. Miles de vidas pasan diariamente por las manos de los controladores aéreos, quienes son acosados, presionados y regulados a fuerza de decretazos. Llevan meses pidiendo negociar, trato justo y, de paso, que se investigue la gestión, deudas e inversiones de Aena, que ahora casualmente se privatiza por fortuna para políticos y constructores «amigos» que ya han construido macroaeropuertos capaces de acoger cifras de pasajeros desmedidas a veces innecesarias. Ahora los controladores aéreos se enfrentan a penas de prisión por obstrucción al régimen, embargo de sus bienes y multas millonarias. Su drástica decisión, con graves y alarmantes efectos, no se llevó hasta las últimas consecuencias por temor a estas represalias. Sólo sirvió para arruinar miles de viajes/sueños y para que el vicepresidente primero del Gobierno pudiese asegurar que «quien le echa un pulso al Estado pierde». Ojalá hubieran también perdido ese pulso los piratas somalíes, los secuestradores de los cooperantes catalanes, los implicados en el chivatazo que arruinó la investigación del «caso Faisán»... Pero la única arma que tienen los controladores aéreos, huelga para negociar, se convirtió en el mayor caos posible para potenciar el odio que la sociedad les profesa y crear el Estado de Alarma.
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