Tribunales
«Y encima se ríen estos cabrones»
MADRID- La jueza de la Audiencia Nacional Ángela Murillo volvió ayer a las andadas. Poco importó que hace sólo unos meses el Tribunal Supremo ordenase repetir un juicio contra Arnaldo Otegi por un comentario suyo que prejuzgaba su culpabilidad. Ni siquiera se acordó de que tiene otra petición de nulidad en el Alto Tribunal por el «caso Bateragune» a raíz de que la magistrada cuestionara la imparcialidad de un testigo, el ex dirigente de Batasuna Rufi Etxeberria.
Simplemente, no pudo contenerse. Murillo escuchó con un nudo en la garganta el testimonio en el juicio de Adoración Zubeldia, viuda de José Javier Múgica, edil de UPN asesinado por ETA en julio de 2001. A unos metros se sentaban sus presuntos asesinos, los etarras Francisco Javier García Gaztelu, «Txapote», Andoni Otegi y Óscar Celarain, haciendo gala de la habitual actitud de indiferencia. La testigo, entre sollozos, pormenorizaba sus recuerdos del atentado. Y entonces se escuchó comentar a Murillo, confiada en que sus palabras quedaban silenciadas: «¡Pobre mujer! Y encima se ríen estos cabrones», informa Efe. Pero el micrófono no estaba de servicio y, como a tantos otros, le jugó una mala pasada. Su desahogo se pudo escuchar en toda la sala. La defensa de los acusados ya tiene motivos para pedir la nulidad del juicio.
Frente a frente con Otegi, tampoco pudo reprimirse en enero del pasado año. Murillo presidía el tribunal que juzgaba al líder abertzale por loar al etarra Sagarduy. Tras escuchar impasible los esfuerzos de Otegi por sacar brillo a su imagen de «hombre de paz», le preguntó: «Pero, ¿usted condena la violencia de ETA?». Otegi tiró de manual –«No le voy a contestar»– y su abogada sonrió interiormente. El juicio estaba viciado de nulidad, como ratificaría el Supremo un año después al apreciar en sus palabras «un prejuicio» acerca de la culpabilidad de Otegi. El proceso se repitió con otro tribunal y el ex líder batasuno fue absuelto.
El escarmiento apenas surtió efecto. En junio, Otegi volvía al banquillo, esta vez por el «caso Bateragune». Cuando escuchó a una de las acusadas, Miren Zabaleta, rechazar la «violencia política», Murillo volvió por sus fueros: «¿Un tiro en la nuca es violencia política?». Y remató cuando el testigo Rufi Etxeberria declaró que su único interés en el proceso era que «todos salgan absueltos». «Usted de imparcial poco, ¿no?». De nuevo, en manos del Tribunal Supremo.
«Estrella» en Facebook
Las «perlas» de la jueza Murillo (la primera magistrada destinada a la Audiencia Nacional, en 1983, junto a su compañera Manuela Fernández de Prado), adornadas con su particular gracejo extremeño, no dejan indiferente a nadie. Una de las más sonadas tuvo como protagonista a Otegi, entonces en huelga de hambre. Su abogada le preguntó si podía darle agua. «Por mí, como si quiere beber vino». Los grupos de apoyo a la jueza se sucedieron en Facebook con miles de seguidores.
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