Bruselas
Que vuelva María Teresa
En la crisis del pepino se ha echado en falta la dedicación de la la ex vicepresidenta y el exceso de cargos de Rubalcaba. Reaccionar a deshora, tarde y sin el ímpetu exigido nunca puede ser un mérito. La realidad de la crisis del pepino es que parte del Gobierno ha estado instalado en pepinolandia, la arcadia feliz a la que Rubalcaba ha llevado a su partido tras ser designado a dedo candidato a La Moncloa luego de su última maquinación maquiavélica, esta vez contra Zapatero y Chacón. El problema es que no se puede estar en misa y conspirando. Cosa que ha demostrado nuestro malvado personaje con su escandalosa ausencia en estos complicados días en los que Alemania se cargó la cosecha de hortalizas de 2011. Ni habló del tema ni instruyó a sus hombres ni coordinó a los ministros ni viajó a Hamburgo ni dio la cara. Se dedicó a disfrutar del resultado de su complot sin caer en la cuenta de que los múltiples cargos que acumula le obligan a actuar con eficacia. Y que no hacerlo equivale a quedar en evidencia, como finalmente le ha ocurrido. Pasarse después un rato por Almería camino de un mitin para sacarse la foto de rigor, cuando el mal ya estaba perpetrado, no deja de ser un recurso electoral pobre y sin ninguna gracia. En momentos como esos es cuando se ve quién gestiona de verdad y quién se dedica al contubernio. Y es normal que haya gente en su partido que, en estos días de ridículo y pesadumbre, eche en falta la figura de la ex vicepresidenta De la Vega. María Teresa podía tener sus obsesiones y manías, pero cuando se enfrentaba a un problema lo hacia de verdad, dedicándose por entero a solventarlo, sin entrar en el mundo de suburbios a que nos tiene acostumbrado Rubalcaba. María Teresa hubiera estado coordinando la crisis desde el primer momento, como ya demostró en otras ocasiones. No se le habría escapado viva la alemana Cornelia, y hubiera enviado a Trini a Bruselas, a Aguilar con los ministros de Agricultura, y ella misma se hubiera plantado en Alemania. Todo lo que no hizo el triministro. Normal, porque tiene demasiados cargos, demasiadas carteras, demasiados fuegos prendidos ardiendo y sin controlar. Y lo va dejando todo por hacer: el faisán sin investigar, los Tedax sin comparecer, la Puerta de Sol sin desalojar y el pepino sin digerir. No es bueno que un solo hombre acumule tanto poder. Rajoy fue nombrado a dedo como él, pero dimitió de vicepresidente cuando Aznar le designó candidato. Es verdaderamente incompatible un año entero de campaña electoral con dirigir el Ministerio del Interior y sus cloacas. Salvo que lo que pretenda Alfredo sea usar «adecuadamente» todos los resortes que permite una cartera como esa. Pensar que Rubalcaba va a dejar la Policía y la Guardia Civil y los servicios secretos en manos de otro es demasiado pensar. Le gusta en exceso el poder sumergido, controlarlo todo, verlo todo, maquinar sin parar. Aunque luego a la hora de la verdad se tenga que comer entera una crisis tan vulgar como la del pepino. Eso a María Teresa no le habría sucedido.
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