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Crítica de cine

«Hanna»: armada y peligrosa

Joe Wright, el director de «Orgullo y prejuicio», cambia de registro con esta relectura del cine de acción protagonizado por mujeres, en este caso, jovencitas, con Eric Bana al frente del reparto. Sólo un aviso: quizá nada sea lo que parece.

En el punto de mira. Saoirse Ronan protagoniza, junto a Eric Bana, esta extraña película de acción
En el punto de mira. Saoirse Ronan protagoniza, junto a Eric Bana, esta extraña película de acciónlarazon

No lo duden: las niñas armadas están de moda en Hollywood. Primero fue la cautivadora Cloe Moretz en «Kick-Ass», después, la Baby Doll de «Sucker Punch», y hoy «Hanna», que encarna Saoirse Ronan. Las heroínas de todas estas historias, similares en cuanto a sus instintos, difieren sin embargo en el contenido de su mensaje. El director de «Hanna», Joe Wright («Orgullo y prejuicio», «El solista»), se atreve por primera vez con una cinta de acción y suspense que en nada se parece a sus anteriores títulos.

En el filme nos topamos con una adolescente que vive en los bosques de Finlandia con su padre, un ex agente de la CIA interpretado por Eric Bana. El aislamiento le permite entrenarse a fondo para la misión que le han encomendado. Para Joe, la película es un cuento donde la música del grupo The Chemical Brothers juega un papel clave. El actor australiano posee una gran reputación gracias a títulos como «Troya», «Hulk», «Munich» o «Star Trek».

¿Cómo se sintió rodando escenas tan exigentes físicamente junto a una actriz de sólo 16 años?

Desde el principio me preocupó la posibilidad de que algo pudiera ocurrirle a Saoirse, que entonces tenía 15. Cuando leí el guión por primera vez me di cuenta de que los personajes atraviesan por unas circunstancias extremas que suponen un gran reto. Puse toda mi fe en Jeff Imada, el coordinador de las tomas de acción, pero fue la misma Saoirse quien terminó por convencerme de que podía hacerlo cuando tras dos días de entrenamiento me demostró su capacidad para trabajar.

¿Qué le atrajo tanto, entonces, de una cinta de esa complejidad?

Cuando conocí de qué trataba quedé fascinado. Pensé que nunca había oído algo así. Normalmente cuando llega un proyecto nuevo siempre me digo: «Esto me recuerda a esto o a lo otro», pero con «Hanna» no tenía ningún punto de referencia. Se trata de una obra completamente original.

En la película, por cierto, hay una escena sensacional que dura varios minutos donde usted acaba con cuatro tipos. ¿Es cierto que la rodó de una sola toma?

Sí. Y me siento muy orgulloso de ello. Te refieres a la que sucede en el metro. Tuve que aprender los movimientos de principio a fin. A mí me gusta trabajar con esa presión porque me ayuda a la hora de concentrarme. Fue increíble porque nadie cometió un solo error. La mayoría de esas escenas se cortan y pegan en la sala de edición. Ahí conseguimos un juego perfecto entre la cámara, el iluminador, el encargado de los cables, el director y yo. «Troya» fue la película que más me había exigido hasta que llegó «Hanna» y me encontré con Jeff Imada, un experto en este tipo de cine. Es un genio, basta ver la trilogía de «Bourne» para entender de lo que es capaz.

¿Y qué me dice cuando tiene que hablar en otros idiomas?

Bueno, no se me dan bien. Saoirse es mejor que yo. En los momentos en los que me dirijo a ella en español tuvieron que gritarme las líneas porque era incapaz de aprendérmelas.

¿Piensa que el destino guía nuestras vidas y nuestras pasiones?

Desde luego. Aunque me parece peligroso sentarse a esperar a que lo haga. Nuestro camino tiene mucho que ver con la manera en que conectamos con la gente. Uno no puede decidir el momento en que conoce a una persona. Cada una que aparece en nuestras existencias, dejando aparte a tus padres y hermanos, lo hace por capricho del azar. Decidimos quién es nuestro amigo de una manera consciente, pero es el destino quien pone a dos seres en la misma habitación. Y lo mismo sucede con el amor.

Comentábamos antes las dificultades de este filme. Imagino que trabajar a temperaturas de 30 grados bajo cero tampoco fue fácil.

Hacia muchísimo frío. Mi cuerpo aguanta mejor el calurosísimo clima de Marruecos que el de Finlandia. Mi sangre australiana no está hecha para eso. Sin embargo, la única preocupación que tenía era que el público apreciara el paisaje. De hecho, me pasé todo el tiempo repitiéndole a Joe que me prometiese que se vería el horizonte en la distancia. «No quiero que piensen que hemos rodado esta maldita cinta en un estudio de Los Ángeles», le chillé. La producción fue limitada porque no teníamos demasiado presupuesto y preferíamos rodarla en exteriores.

Sin duda, «Hanna» lleva claramente impresa la firma de su director. ¿Dudó Joe en algún momento del resultado final?

No. Desde un principio sabía que los personajes iban a ser arquetipos, pero todos con una imagen muy específica. Y aunque transcurre en 2010 puede ser también del 86 o del 75 debido a su estilo cinematográfico. Ahí radica la mayor baza de esta cinta, que se trata de una historia de suspense donde nada es lo que parece a primera vista.

¿Es de los actores que «respiran» a través de sus personajes?

Hasta cierto punto, sí. Cuando preparo un personaje no permito que me pasen llamadas ni que me manden mensajes mientras los preparo. No quiero que nada me distraiga.

¿Y cuando no está en un set a qué se dedica?

No tiene nada que ver... Cuando no estoy con algo entre manos llevo una vida completamente normal en Australia con mi mujer y mis hijos, recogiéndoles en el colegio o paseando a los perros.

¿Cuál es su próxima película?

Acabo de terminar «Blackbird» con Sissy Spacek, Charley Hunnam, Olivia Wilde y Chris Kristofferson.

¿Le interesan más las independientes o las comerciales?

Nunca he pensado mucho en el presupuesto porque, una vez que estás dentro, todas son iguales. Me parece un juego peligroso para cualquier artista.

El detalle. Revelación Ronan

Conocido por «Orgullo y prejuicio» (2005) y con sólo cuatro películas en su haber, Joe Wright ha dado un giro semi copernicano a su trayectoria con su nueva cinta, un «thriller» que juega al despiste. Como actriz fectiche repite con Saoirse Ronan (en «Expiación» ya le dio su lugar el director). Y lo volverá a hacer para el proyecto que ya tiene entre manos el inglés, una versión de «Anna Karenina» que empezará a rodar en septiembre. Sabe Wright que está ante una de las actrices con mayor proyección en el cine actual. A los 16 años lo tiene claro: «Los adolescentes somos más listos de lo que piensan en Hollywood».

«Hanna». Alicia en el país de las pesadillasDirector: Joe Wright. Intérpretes: Saoirse Ronan, Cate Blanchett, Eric Bana y Olivia Williams. Guión: Seth Lochhead y David Farr. GB/Alemania, 2011. Duración: 111 minutos. Acción.

A vueltas con la iconografía y los valores morales de los cuentos infantiles, «Hanna» hace una interesante relectura del cine de acción en clave femenina. Las heroínas de la película son versiones biónicas de Blancanieves y la Madrastra, el plano y el contraplano de una misma cadena de ADN que se erige en eje vertebral de una película singular en su trama y eléctrica en su ejecución. Si recordamos que su director, Joe Wright, ha confesado que el Park Chan-wook de «Oldboy», el Bresson de «Pickpocket» y la obra de Kurosawa en su totalidad han sido sus perros guía en este trayecto, entenderemos el ritmo vertiginoso de sus imágenes. El personaje de Hanna –una inspirada Saoirse Ronan, que repite con Joe Wright después de «Expiación», y que, como en aquélla, trabaja desde la pétrea expresividad de un rostro que inspira tanta admiración como miedo– es una idea, una abstracción que, confrontada con las realidades de un universo que cuesta decodificar, en el que a cada cambio de plano el cazador se convierte en cazado y viceversa, lucha por concretar la paradoja que anima su existencia, esto es: su ser en el mundo es el de una máquina de matar con aspecto de ángel redentor.

Los momentos más afortunados de este bizarro experimento son los que explotan el contraste entre lo que Hanna aparenta ser y lo que dicen de ella sus brutales acciones. No sólo en sus arrebatos de furia en defensa propia –su huida del búnker en el que la retiene su némesis (Cate Blanchett, ataviada como una Leni Riefensthal para el nuevo milenio) o la persecución entre los contenedores del puerto–, sino en el descubrimiento de un entorno que hasta el momento le había sido negado. Es como si el Gaspar Hauser de Herzog o el Victor de «El pequeño salvaje» de Truffaut hubieran escapado del país del cine de autor para protagonizar una película de acción en la que no se sienten especialmente cómodos. Ese sentimiento de desubicación es responsable de un perverso sentido del humor –ese conejo que Hanna caza para desayunar con su improvisada familia de acogida–, de un desplazamiento de la acción al corazón de la intimidad –ese diálogo, que culmina en beso, entre Hanna y su nueva amiga, rodado en obscenos primeros planos– y de una reducción de las relaciones paternofiliales a la poética de un lavado de cerebro. Todo ello hace de «Hanna» un filme profundamente excéntrico, tan isleño en el contexto que le ha visto nacer como anacoreta es su heroína.

¿A quién puede matar un niño? No importa que sean menores de edad y que su apariencia sea más la de jugar con muñecas que la de empuñar un arma para matar a alguien. Pueden ser protagonistas o secundarias, buenas o malas, superheroínas o jóvenes simplemente con agallas. El caso es que Hollywood ha encontrado un nuevo perfil en las adolescentes violentas y parece que al cine europeo le gusta este nuevo tipo de personaje que se desarrolla en «Hanna». «Kick-Ass» y «Sucker Punch» son otros dos ejemplos recientes procedentes de Estados Unidos. La primera, de 2010, se estrenó en España con el subtítulo «Listo para machacar», y en ella Cloe Moretz encarna a una niña de 11 años, Hit Girl, con superpoderes que se enfrentará a una banda de mafiosos. Más importante aún es el papel de Emily Browning en «Sucker Punch» (2011), protagonista absoluta.