Por qué tienes que ver... “Hanna”: La explosiva adolescencia de las lobas solitarias
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El reclamo de la segunda temporada de «Hanna» es esencialmente el mismo que el de la primera y el de la película homónima que da a ambas su razón de ser, y eso la reafirma como otro argumento que consolida la ya no tan nueva ola feminista en la que están inmersos tanto el cine como la televisión; desde un punto de vista industrial, reivindicar la normalidad de ver a mujeres cargando con responsabilidades históricamente reservadas a los hombres se ha convertido en una legítima cuestión de interés general. Los ocho nuevos episodios otorgan casi todo el peso detrás de las cámaras primero a Ugla Hauksdóttir, prometedora directora islandesa afincada en Nueva York, y después a la francesa Eva Husson, controvertida artista fija en las grandes citas festivaleras cuyos anteriores trabajos han sido presentados en certámenes del calibre de Cannes, Toronto y Londres.
Sororidad volátil
Pero la feminidad tiene también un peso fundamental en todo aquello que muestra la pantalla. La protagonista Hanna comparte ahora escena con otras tres chicas de su edad. Más allá de este explosivo cuadrangular de volátil sororidad salta a la vista que la práctica totalidad de papeles importantes recae en las espaldas de unas mujeres que a la hora de jugar a los despiadados juegos de los hombres se defienden –y contraatacan– imponiendo sus propias reglas. La tesitura es también aprovechada para que la historia siga ahondando en las dinámicas del despertar adolescente y la entrada en una edad adulta marcada por tensiones intergeneracionales. Así, se mezclan con destacable habilidad los conflictos entre ellas y ellos, y entre los adultos y esa juventud salvaje a la que tan desesperadamente se quiere entender… y a la que infructuosamente se quiere domar.
Intrigas a lo John Le Carré
Por si todo lo anterior pudiera sonar demasiado revolucionario o complicado, el propio producto se encarga de recordarnos que está diseñado para llegar a cuanta más gente mejor, esencialmente a través de un tratamiento liviano del género que conecta con la alegre locura de la película original. Para entendernos, esta segunda temporada es como un ejercicio de actualización de las intrigas de John le Carré pensado para quienes nos enfrentamos a los «thrillers» de espionaje con el pánico previo a ahogarnos en el océano de giros de guion con los que probablemente avanzará la trama. A efectos prácticos, eso se traduce en un juego de segundas identidades y dobles intenciones que, eso sí, no son más que la antesala de otra persecución, otro combate o, ya puestos, de cómo el estatus de «personaje prescindible» se puede confirmar a través de la desafortunada (y algo graciosa) facilidad para recibir golpes o disparos letales.
Barcelona como escenario
Con miedo a sonar excesivamente regionalista, debo admitir que me sigo emocionando cada vez que el gran capital americano tiene la deferencia de plantarse en mi hogar. Esta segunda temporada de «Hanna» sigue los pasos tanto de la primera como de la película original en tanto que, aunque en esta ocasión la acción cuenta con el atrayente centro gravedad del misterioso centro de entrenamiento –o adoctrinamiento– llamado The Meadows, la historia sigue mostrando un contagioso gusto por el viaje. Y, de nuevo, su peculiar reguero de sangre vuelve a pasar por territorio español. En este sentido, da gusto ver cómo el clímax final se resuelve en algunos enclaves icónicos de Barcelona, entre ellos la Plaça Reial, el edificio histórico de la Universitat de Barcelona (UB), la sierra de Collserola, el aeropuerto Josep Tarradellas y el parque de la Ciutadella. Se trata de una colección de escenarios ideales para sentir un poco más cercano el habitualmente distante glamour que lo hollywoodiense acarrea.
Fichaje estrella
Como imprescindible apunte a pie de página tengo la obligación moral de hacer una mención a ese concepto actoral llamado Dermot Mulroney (¿o era Dylan McDermott?). Uno de los actores más confundibles (y confundidos) de la historia se revela como el fichaje estrella. Un villano a la altura de la leyenda de ese intérprete cuyo nombre y cara son imposibles de juntar con su auténtica identidad.