Sevilla
Espartaco respetó a su ex mujer en su homenaje por Jesús Mariñas
Volver a empezar, ¿a que suena a bolero? Patricia Rato está de nuevo en el centro de las especulaciones. Desde que se separó de Espartaco, la enredaron con Fran Rivera y con Javier Moro, un talaverano padre de dos hijos de 17 y 18 años. Gente bien de toda la vida, tiene pinta de galán maduro a su medio siglo de edad. Se divorció de Sonsoles, madre de los chicos, con la que permaneció casado durante veinte años. De la separación cuentan y no acaban. Líos de familia que nada tienen que ver con la hipotética relación de esta nueva pareja, con la que se empezó a rumorear hace un año, cuando aseguraron haberlos visto juntos en el Parador Nacional de Mérida. «Llevaba nueve meses sin salir con Pavi –así conocen al mozo los muy íntimos– y me llamó para ayudarle a comprar unos marcos que piensa regalar estas navidades», me aclara Patricia, más tierna que nunca.
Irradia una serena belleza que jamás se ha enturbiado por el constante runrún. Es una mujer que me encanta y sentí su ruptura como si me hubiera separado yo. «Javier vive a todo plan. Acaba de comprar un edificio de apartamentos en el centro de Talavera y lo tiene alquilado a Banesto por quince mil euros mensuales. Suficiente para mantener el tren de vida que siempre tuvo desde que su familia era propietaria de la fábrica La harinera, que ya no les pertenece», me comenta, poniéndome al día, gente de su entorno dominical. Pero Javier no vive desvinculado de la industria: ahora es distribuidor. Mantiene su vivienda en las afueras de la población y conoce a Patricia desde que estaba casada con Espartaco, con quien comparte amistad.
También muchos ven lo que no hay en el reportaje amplísimo que «¡Hola!» dedica a la quinta edición de los Premios Escaparate, que se celebró en los Alcázares de Sevilla y en la que Cayetana faltó por su fisura de pelvis. Era un reposo que necesitaba y que nunca viene mal. Había sobredosis lógica de la imagen ducal. Y acaso por eso, la revista también ha eliminado parcialmente a Carmen Tello, que volvió a ser «la más de la noche» con un traje estilo imperio en azul Francia. No destacarla refleja miopía informativa, prisas o maniobra de una mano enguantada que no era la de Tello, quien lució guantes en piel gris hasta el codo. La que fue madrina en la boda de la Duquesa y Alfonso Díez no deja de recibir mensajes de felicitaciones y hemos de guardarle gratitud eterna. Siempre está dispuesta con los medios, transformada en portavoz puntual, precisa y preciosa, como su fina y esbelta estampa. El segundo plano informativo de Tello ha extrañado tanto como que Espartaco no asistiera a la fiesta. Al saber que premiaban a la madre de sus hijos, tuvo la elegancia de evitar morbos y miradas y optó por quedarse en casa. Aplaudieron su postura.
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