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CRÍTICA DE CINE / «No habrá paz para los malvados»: La pistola y el corazón

Director: Enrique Urbizu. Guión: Enrique Urbizu y Michel Gaztambide. Intérpretes: José Coronado, Helena Miquel, Juanjo Artero, Rodolfo Sancho. España, 11. Duración: 104 min. Thriller

«No habrá paz para los malvados»: La pistola y el corazón
«No habrá paz para los malvados»: La pistola y el corazónlarazon

La imagen de un hombre sentado con una pistola colgándole de la mano como una flor marchita se repite dos veces en la magnífica película de Urbizu. La primera es un presagio robado a la nocturnidad, y abre la puerta a la persecución del testigo de un triple asesinato; la segunda cierra el círculo a plena luz del día, como señal de respeto hacia un monstruo que, por casualidad y por instinto suicida, redimirá parcialmente sus actos oscuros en beneficio de una sociedad que escupiría sobre su tumba. Santos Trinidad podría ser un personaje escrito por el Schrader de «Hardcore» o «Posibilidad de escape» y filmado por el Ferrara de «Ángel de venganza» o «Teniente corrupto». Su bíblico nombre nos remite al sendero del mártir, aunque la metáfora acaba aquí, porque, afortunadamente, Urbizu no es amigo de las digresiones simbólicas. El primer cuarto de hora es, en este sentido, modélico: unos cubatas, un prostíbulo vacío, un borracho violento, tres disparos y punto y aparte. La sequedad expositiva corre pareja a la falta de motivaciones psicológicas con que se nos presenta a un personaje que sólo quiere salvar su pellejo.
La manera en que ese egoísmo ciego transforma su energía negativa en positiva es astuta: es el modo en que Urbizu y su co-guionista, Michel Gaztambide, expanden su homenaje al «polar» francés a la crítica a las instituciones. Es, también, una manera de anclar la película en el presente del terrorismo global sin obligarse a buscar culpables. Pierde un poco de fuerza cuan- do se queda del lado de la jueza Chacón y, en su afán de no dar explicaciones, el desarrollo de la investigación que emprende Santos es algo confuso. Pero lo que pierde en claridad narrativa lo gana en ritmo, en violencia, en rabia. Como «La caja 507», es una cinta enfadada con el mundo. También es segura de sí misma, tanto como lo parece un grandioso Coronado en el papel más complejo y arriesgado de su carrera: de su credibilidad como policía psicópata depende el centro de gravedad de un relato que hinca el diente en la literatura «hard boiled» (Urbizu cita a Chester Himes) sin traicionar su hispánica denominación de origen.