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Ingrid Betancourt: «No acepto que digan que fui responsable de mi secuestro»

Esta semana, se ha producido el lanzamiento mundial del libro de Ingrid Betancourt «No hay silencio que no termine» (Aguilar), en el que relata su verdad, sin ambages, del calvario vivido durante los seis años de su cautiverio por las FARC. En medio de una campaña de descrédito desde su Colombia natal, la premio Príncipe de Asturias de la Concordia minimiza los acontecimientos. Hablamos con ella desde Washington.

Ingrid Betancourt: «No acepto que digan que fui responsable de mi secuestro»
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-«No hay silencio que no termine» es uno de los últimos versos de Neruda. ¿Con este libro cierra la puerta de los seis años, cuatro meses y nueve días de cautiverio a manos de las FARC?
-He exorcizado demonios y lo he usado como terapia. Pero básicamente quería contarles a mis hijos y a mi madre lo que viví y darle un sentido al horror.

-Tras muchas dudas sobre lo que pasó, ¿no entienden mejor lo que sucedió sus secuestradores que quienes le esperaban fuera?
-La verdad es un caleidoscopio de vivencias. Me pasó con el nacimiento de mi hija. Cuando se lo oí relatar a su padre era tan distinto de lo que viví, que recuerdo haber pensado que uno de los dos estaba en otro sitio. Igual ocurre con mi secuestro: cuento lo que registró mi memoria. Cualquiera en el mismo sitio, pero viéndolo desde otro ángulo, lo relatarían de otro modo.

-El libro es una lección sobre la naturaleza del ser humano sometido a las condiciones extremas, como relataba Victor Franck.
-No quiero comparar mi vivencia con los campos de exterminio. Pero si te refieres a la situación límite, de dominio absoluto, donde la ley no existe, y en situación de aislamiento, puede ser. Allí el ser humano se transforma en un monstruo. Pero la parte salvadora es que dentro de todos nosotros está también el ángel, que nos permite elevarnos.

La sombra de Clara Rojas

-«Había tomado la decisión de escaparme» es la primera frase del relato. Era su cuarto intento de fuga. Supongo que demuestra que nunca se rindió, a pesar de que cada vez que la recapturaban era castigada y las condiciones de su cautiverio se volvían más penosas, como vivir largos periodos con pesadas cadenas al cuello y atada a un árbol. ¿Qué le ayudó a resistir?
-Lo primero: la conciencia de que Dios existe. Y, por tanto, lo que me sucedía no podía ser sólo fruto de la casualidad o la mala suerte. Mi fe le dio un propósito a lo que me ocurría, más allá de mi entendimiento. Al aceptarlo, me permitió tener una actitud positiva a lo que vivía. Y fue una oportunidad de crecimiento espiritual. Luego estaban mi madre, mis hijos y la presencia de mis compañeros... mi soporte. Sola, hubiera sido imposible lograrlo.

-Se han ventilado documentos que apuntan a una actitud de «niña caprichosa» que le llevó a adentrarse en una zona dominada por la guerrilla.
-Yo aún no he visto esos papeles. Y el presunto documento que firmé con Clara Rojas es absolutamente falto. Ellos han pretendido escribir la historia de nuevo porque yo era incómoda. Nunca he dicho que el Gobierno de Pastrana fuera responsable de mi secuestro, pero, siendo candidata presidencial, ¿era lógico que el Gobierno me quitara los escoltas?

-Luego lo de ser «responsable» de su propio secuestro debe indignarle sobremanera.
-¡Por supuesto! Si era tan peligroso como dijeron, ¿por qué el tráfico estaba abierto y me dejaron continuar? Todo Estado tiene la obligación constitucional de proteger al ciudadano. Pero había muchos intereses en demostrar que la zona que llevaba a San Vicente del Caguán estaba bajo control militar, cosa que no era cierta. No acepto que me digan que fui responsable de mi secuestro. Tampoco el Gobierno lo fue: fueron las FARC.

-Primero se le ensalzó y ahora se la desacredita. ¿Tan incómoda resulta?
-Sin duda. Es parte del mundo en que vivimos. El negocio de la información implica llevar a personas a la cúspide y después dejarlas caer. Es lo que vende.

Polémica reclamación

-Clara Rojas, su compañera de cautiverio, asegura sentir lástima por usted y tilda de falsas las afirmaciones que hace de ella, como que pidió permiso a las FARC para quedarse embarazada.
-Clara ha sufrido muchísimo, como todos nosotros. La han expuesto a una serie de afirmaciones que no son reales. Ha habido reseñas del libro en Colombia donde se reportan cosas que no son ciertas, y ella reacciona mal ante eso, lógicamente

-¿Apunta a una «mano negra»?
-La hay. Tanto en Clara como en mí, hay un firme intención de salir de todo aquello. Hay dolores muy vivos aún y necesitamos tiempo para poder decantar lo que ha sucedido.

-¿Algún día se podrán aclarar las cosas? No en vano, planearon intentos de fuga y ella le pidió hacerse cargo de su hijo si faltaba.
-No lo sé, pero la considero como mi hermana porque no la escogí, me la dio la vida y vivimos momentos muy íntimos. Entre ella y yo hay un sinfín de sentimientos que espero podamos recuperar en el futuro. Creo que nos tenemos una inmensa compasión y amistad

-También vivió una historia de amor que le hizo resistir los momentos más difíciles de su cautiverio. En el libro, incluso le agradece la luz que aportó a la oscuridad.
-Con esta pregunta se levantan suspicacias. ¡Claro que hubo amor! De mil maneras y de mil formas. Entre compañeros, como esencia básica de la amistad. Pero no amor entre hombre y mujer. No amor erótico porque era imposible y no se podía desarrollar. Estábamos encadenados a los árboles, vigilados todo el día y sin posible proximidad.

-El libro termina con la liberación. ¿Imaginaba que le esperaba una nueva jungla?
-Sólo puedo decir que todo ha sido bendiciones. Incluso lo que ha sido más difícil me ha permitido poner a prueba lo que aprendí en cautiverio, por duro que esté siendo.

-¿Por qué su rescate está envuelto en brumas y su testimonio da poca credibilidad?
-No lo sé, pero es condición humana. Tampoco me importa porque tengo la conciencia en paz.

-Que otros compañeros rehenes, no le dejaran en buen lugar aviva la llama.
-Es humano tras situaciones límites. Ninguno tuvo un comportamiento heroico porque éramos simples seres humanos, pero estoy convencida de que cada uno dio lo mejor de sí mismo. ¿Lo mejor que pudimos, no fue suficiente? Cada cual tiene su medida. Las vidas no son épicas.

-La demanda de seis millones de dólares presentada contra el Estado ha enfadado a sus compatriotas.
-El reclamo de reparaciones lo retiré por el escándalo organizado. Pero siento que fue una manipulación política. Había quienes temían que implicara volver a revisar los hechos de mi secuestro y temían que les señalara como responsables parciales. Sólo era una solicitud de reparación: todas las víctimas de terrorismo tienen derecho a reclamarla. Lo que funda el estado de derecho es que el Gobierno proteja al individuo. Cuando el Estado no da esa protección, el contrato se rompe y una manera de resarcir ese daño es concediendo la condición de víctima. Los demás compañeros solicitaron lo mismo.

-Dijo en Washington que la política ya no le motiva, aunque tampoco la descartó para un futuro.
-De momento no quiero volver a la política, pero ya no digo «nunca jamás». Quien sabe...
«Sarko» y «Carla Bruti»

-¿Las víctimas son inocentes por serlo?
-Es una duda perversa. Nuestras sociedades necesitan culpabilizar a las víctimas para tener la conciencia tranquila. Cuando a alguien le matan la reacción es: «Estaba metido en líos». Si violan a una mujer: «Es porque se vestía provocativamente». La criminalización de las víctimas es una protección por parte de quienes no lo son para pensar «a mí esto nunca me sucedería».

-¿Sabe que RTVE estrenará una serie, «Operación Jaque», recién presentada en San Sebastián?
-No tenía idea. Confío en que se atengan a la realidad del secuestro, cautiverio y rescate que viví.

-Menos gracia le habrá hecho el cómic satírico aparecido en Francia, «Ingrid de la jungla», donde aparece como rehén voluntaria, odiosa para sus compañeros de cautiverio e ingrata al ser liberada.
-Es la parte que debo admitir por ser alguien con eco ante la opinión pública. Me parece normal y no le doy la mayor importancia. El humor satírico es parte de la condición humana. Sé que en el cómic se me relaciona con un tal Nicolas Sarko, presidente de la República, casado a su vez con otro personaje al que se denomina Carla Bruti...

-...Y que llegada la hora de su rescate por parte de los servicios secretos franceses, éstos fracasan –siempre en el cómic, claro–, puesto que la confunden con una tal Liliane B.
-En alusión a la multimillonaria Liliane Bettencourt, la heredera del grupo de productos cosméticos L'Oréal... Lo sé. Pero, insisto, es parte del peaje de ser un personaje mediáticamente conocido. No me roba un minuto de paz.



Adiós al Mono Jojoy
Poco después de concluir esta entrevista, se anunció la muerte del jefe militar de las FARC, el Mono Jojoy, despiadado líder guerrillero que, al parecer, dio el visto bueno al secuestro de Ingrid Betancourt, según reconoce ella misma. «El Mono Jojoy quiere hacer una gran ceremonia con todos los embajadores y la prensa. Va a entregarla a usted directamente a los facilitadores europeos», le dijeron en la seva, pero nada de esto sucedió. Los tres «gringos» secuestrados con ella serían traladados a La Macarena, donde tuvo lugar la operación militar que acabó con el jefe terrorista. No era de fiar y no fue la única vez que bloqueó las negociaciones para la liberación de secuestrados. «Tres semanas más tarde, me sorprendí cuando la radio anunció que Chávez no le había entregado las pruebas de supervivencia a Sarkozy. ¿Acaso el Mono Jojoy estaba haciendo de las suyas? ¿Quería hacer fracasar la mediación en la que yo había empezado a creer a pesar de mí misma?», escribe Betancourt.

Desde Washington dice la ex candidata presidencial de Colombia que «es una victoria increible para el Ejército colombiano, que fortalece la posición negociadora del presidente, quien había ofrecido abrir el proceso de paz con las FARC».