Artistas

Montando el belén

La Razón
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A estas alturas, y todavía no hemos montado el portalico en casa. Reúno a mi pequeña familia disfuncional y reparto las tareas. Nos juntamos todos en el salón. Mis demonios personales, la autora de mis días y el resto de especímenes con los que se supone que comparto algo de material genético, aunque vete tú a saber. «Tú, a comprar las figuras del belén, que las del año pasado están más agrietadas que un ánfora panatenaica. Tú, trae musgo. Y tú, encárgate de la basura, cuando pase el camión dile que nos deje dos bolsas…». (He tratado de eliminar la división social del trabajo en mi hogar, pero es que si quiero tener un belén decente, o que se pase la aspiradora una vez al semestre, no me queda otra). Como en casa he abolido la propiedad privada, causante de la alienación y la deshumanización, y he socializado la producción, nadie tiene dinero propio. Ni siquiera mis demonios personales, que aunque son una peña bastante numerosa están todos sin blanca desde que declaré el Estado de Alarma y luego les metí un ERE que los dejó hechos unos angelitos. Así que me veo obligada a apoquinar mis últimos euros, que en realidad proceden de la pensión congelada de mi madre; suelo confiscársela en cuanto recibe el tacaño y mísero ingreso gubernamental. Me traen un conjunto de figuras para el belén de auténtico plástico comprado en los chinos, bastante aparente. Lo examino con ojo crítico.»¡¿Desde cuándo los Reyes Magos eran cuatro?!», pregunto mosqueada. Mi sobrino Coque consigue que los pastorcillos, que vienen torcidos de fábrica, se mantengan en pie después de atizarles unos cuantos mamporros en las respectivas cabezas que los dejan clavados en el sitio. (Aprende estos trucos tan chulos sobre habilidades sociales viendo «Animal Planet» por la tele). Desde un enfoque dialéctico, todo marcha como la seda hasta que alguien dice que no entiende por qué los pastorcillos no pueden ocupar el sitio del Niño Jesús. «Estoy seguro de que en el cielo no existen estas diferencias sociales, que allí no se degrada a la clase obrera de esta manera tan vil», apostilla. «¿Ah, sí? Pero, ¡¿tú qué te crees, que el cielo es como EasyJet, todos con el mismo asiento…?!», replica otro. Y luego se ponen a discutir y caen en manos de la reacción y tengo que terminar el belén yo sola. (Feliz Navidad, compañeros y compañeras. Por cierto).