Historia

León

«Se ha instalado el odio a España»

La frase es de Luis Suárez, uno de los historiadores que ha trabajado en el «Diccionario Biográfico Español», en el ojo del huracán por una de las 40.000 entradas que contiene, la referida a Francisco Franco. Los expertos se defienden.

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La tormenta que desde hace días cae sobre el número 1 de la calle León, sede de la Real Academia de la Historia, no amaina, al contrario. Y en el centro de la misma se sitúa el historiador Luis Suárez, autor de la entrada de Francisco Franco, una de entre las más de 40.000 que tiene el Diccionario Biográfico Español y que ha desatado la polémica. Con voz apenada dice que está pasando unos días muy tristes. Apenas da crédito a todo lo que se está hablando sobre un trabajo en el que él ha tenido una activa participación y que se presentó con toda solemnidad el pasado jueves. Se ha pedido incluso su comparecencia en el Senado y exigido una rectificación pública por la entrada que ha escrito sobre Franco: «No entiendo el por qué de todo este lío. En el fondo, el Diccionario no puede ser mejor, ya que se trata de una obra importantísima realizada por los mejores especialistas de España. Se ha buscado un equilibrio y se ha contado la verdad. Hemos tratado de explicar y no de emitir juicios de valor sobre los personajes reseñados. Que unos insensatos de repente intenten apropiarse de ello políticamente me causa bastante tristeza».

La desdicha de la guerra civil
Y Suárez, especialista en Franco y autor de «Franco y la Iglesia» (Homo Legens), prosigue: «Hay sectores de la vida española donde no se ha cambiado ni evolucionado; en otros, en cambio, sí. Es una lástima que con el esfuerzo hecho por parte de dos generaciones para intentar borrar la desdicha de la guerra civil ahora se tire todo por la borda por puntualizar un término». La definición del regimen de Franco como «autoritario y no totalitario» ha sido la piedra de toque, lo que no comprende el historiador: «Nunca pensé que esas dos palabras pudieran causar tan hondo revuelo. El mismo Lenin explicó la diferencia entre ambos términos. Cuando se habla de un regimen totalitario se alude a un sistema que está sometido al partido. Si es autoritario, nos referiremos a un sistema en el que el partido se somete al poder del Estado. El de Franco fue un regimen autoritario; no se constituyó en jefe de Estado de un partido que ejercía el poder». Suárez avanza un paso más allá al decir que «se ha instalado el odio a España. Quienes ven suspicacias en esta entrada, en la de Azaña o la de Negrín, por ejemplo, es que no desean que se conozca nuestra historia». Con tanto revuelo, Gonzalo Anes, presidente de la institución, no entiende «qué es lo que se busca ni qué se pretende, pero desgraciadamente ha sucedido lo que pasa siempre que se hace algo importante en España, que las primeras críticas destructivas surgen aquí. Creía que habíamos cambiado».

Cada autor, responsable
Remite al capítulo de agradecimientos que encabeza cada uno de los tomos cuando se le pregunta si se va a revisar alguna de las entradas, como se ha pedido desde el Gobierno y desde ERC e IU: «La Real Academia de la Historia agradece (...) la puntualidad con que han cumplido los encargos que se han hecho. Las biografías se deben a sus autores. La Academia no ha querido modificarlas, aunque, a veces, hubiese discrepancias en cuanto al contenido de ellas. Sólo se procuró que todas cumplieran con los criterios tipográficos establecidos. Por ello, cada autor es el único responsable del contenido de la biografía o de las biografías que haya escrito y que se publican en este diccionario». A la cuestión de si la RAH va a revisar alguna de las entradas que han suscitado la controversia, Anes es tajante: «Cada autor, si quisiera, podría rectificar en el sentido que estime conveniente lo escrito». Luis Suárez no moverá una coma de sus textos: «No voy a rectificar nada porque no creo que haya necesidad. No me pueden decir quienes alzan ahora la voz que falta rigor u objetividad en nuestro trabajo. Es justamente todo lo contrario. Se ha buscado gente joven para que esta labor se convirtiera en una plataforma para el futuro».

Incluso algún dirigente ha asociado a los miembros de la Real Academia de la Historia con «los grupos falangistas que quedan en este país»: «Es como si nos comparasen con el colectivo de tenores: no tenemos absolutamente nada que ver. Me parece una desgracia que no nos hayamos librado aún de los odios políticos. ¡Pobre país éste que no despierta y no se levanta!». Otro historiador, Vicente Palacio Atard, autor de varias entradas de personajes de los siglos XVIII y XIX, comparte idéntica opinión: «No se ha impuesto criterio alguno. No ha habido ningún tipo de censura, aunque ahora parece que sí. Si están tan airados que llamen a la Inquisición y que cuelguen el Diccionario de las puertas del Infierno, aunque donde debe de estar colgado es en internet. Estamos en el siglo XXI, pero aún existen bastantes inquisidores. Esperamos que se imponga el sentido común en aquellos que parece que lo han perdido», apostilla. Anes anima a Suárez y le pide que tenga paciencia: «Es un liberal de verdad con una trayectoria intachable. Le tengo un gran cariño y le profeso una profunda admiración por su sólida formación».

El detalle. Un trabajo enciclopédico tirado por la borda
El director de la Real Academia de la Historia no comprende que un trabajo ingente, de una década, se tire por la borda por comentarios que tildan a la institución de «dominada por residuos del franquismo». Desde las filas del PSOE lamentan las, a su juicio, «barrabasadas» de los académicos y se reduce el Diccionario a un «fraude» intelectual «en el que el sectarismo supera la realidad de la Historia». Anes, perplejo, pero sin perder la compostura, asegura no entender lo que sucede: «No lo esperaba porque es una obra que recoge biografías que se ha considerado conveniente que lo formaran. Se han atendido los ofrecimientos de los historiadores que lo solicitaron y si nos pareció adecuada la preparación de cada uno, se aceptó». Las biografías han contado con el veredicto de las distintas comisiones que hay en la Real Academia de la Historia según su especialidad. La Asociación de Descendientes del Exilio Español ha echado más leña al fuego: presentará una denuncia al Ministerio de Educación y tacha a la RAH de «intentar reescribir la Historia reciente», en alusión a las biografías de Franco, Azaña (escrita por Seco Serrano), Juan Negrín y Largo Caballero.